09.10.2022 – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo

Actitud de Gratitud a Dios por su Bondad
1Re 5:14-17; Sal: 97:1-4. 6-9; 2Tim 2:8-13; Lc 17:11-19
Muchas veces gastamos mucho tiempo contando nuestras frustraciones, aflicciones y decepciones, pero apenas reconocemos o apreciamos la bondad de Dios en nuestras vidas. Por lo tanto, este domingo la Iglesia nos invitar a tener siempre una actitud de gratitud a Dios. Hay muchas razones para agradecer a Dios y a nuestros hermanos que nos apoyan.
En una ocasión, un amigo fue llevado de urgencia al hospital por un fuerte dolor de espalda, resultado de una antigua lesión de fútbol. Fue operado con éxito y se recuperó rápidamente. Después de su curación, no pudo decir más que elogios a su cirujano, a las enfermeras y a todo el hospital. Nunca más se quejó de los servicios sanitarios. Es normal que nos sintamos agradecidos a quienes nos han atendido bien. Tenemos una nueva alegría de vivir y damos gracias a Dios por habernos librado de otras dolencias que vimos a nuestro alrededor mientras estábamos en el hospital. ¿Recordamos entonces lo que la gente hizo por nosotros? ¿Seguimos dando las gracias a Dios, que nos ha salvado la vida?
La historia de Naamán el leproso, es un ejemplo típico de cómo debemos expresar nuestra profunda gratitud a Dios. Naamán también nos enseña a mostrar agradecimiento a quienes han sido buenos con nosotros. También, aprendemos de esta lectura que Dios no viene a nuestra ayuda por lo que recibirá de nosotros. Él dice: “Toda la plata y el oro en el mundo entero son míos” (Ageo 2, 8-9). Sin embargo, Él no condena las ofrendas materiales a la iglesia en agradecimiento por su bondad para nosotros. Esto es porque: “La iglesia es el signo visible de Dios en la tierra.” Por lo tanto, nuestra ofrenda de gratitud a la iglesia se ofrece a Dios, para edificar su cuerpo visible – su iglesia.
Hermanos en Cristo, a veces, en la vida, cuando conseguimos lo que anhelamos con lágrimas, de repente nos parece ordinario. Lo que viene a continuación es la comparación con lo que otros han conseguido y que nos parece más grande que lo nuestro. Entonces, en lugar de agradecer a Dios o a nuestros ayudantes, reclamamos derechos y pedimos más. En el evangelio de hoy, Jesús curó a diez leprosos. Como leprosos, fueron discriminados, colocados más abajo que los animales. Pero Jesús los elevó a los humanos más sano de la época. Sorprendentemente, sólo uno (un extranjero/samaritano que debía ser enemigo del Jesús judío) volvió para darle las gracias. Los otros nueve (judíos/hermanos de Jesús) se dieron a la fuga. Podrían haber dicho, “eso es obra de nuestro hermano para curarnos.” Pero se olvidaron de dónde los sacó Jesús: el estado de abandono. En la primera lectura, Naamán, un soldado sirio (un extranjero) regresó incluso con regalos para agradecer al profeta Eliseo la curación de su lepra. No dijo que Eliseo hizo su trabajo como profeta, por lo tanto, no le dio las gracias. La ingratitud es el peor de los vicios. Gratitud a Dios es una expresión de nuestra fe en su poder salvador.
Mostrar gratitud a Dios es muy importante en nuestro caminar cristiano con Él. La verdad es que no hay ninguna cantidad de dinero o material que sería suficiente para pagar a Dios por su bondad a nosotros. La decisión de mostrar gratitud a Dios debe fluir de nuestros corazones y de una conciencia pura. La Eucaristía es un sacramento de gratitud o de acción de gracias a Dios. Es un sacrificio a través del cual nosotros (la iglesia), damos gracias a Dios cuando nos reunimos como una familia grande y unida en su presencia.