02.10.2022 – Mogón – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo

Señor, aumenta nuestra fe

Hab 1, 2-3. 2, 2-4; Sal: 94, 1-2. 6-9; 2 Tim 1, 6-8. 13-14; Lc 17, 5-19

Este domingo la Iglesia nos invita a reflexionar sobre una de las más importantes virtudes cristianas y teológicas – fe. Es el fundamento de nuestra vida cristiana. La fe nos da una nueva visión y versión de la vida. Sin fe, podemos ver sólo el lado feo y oscuro de la vida. Sin fe, seguimos impotentes y esclavos de la desesperación y desesperanza. La fe nos libera y nos ayuda a ver el poder y el amor de Dios en acción en nuestras vidas.

En la primera lectura, se nos recuerda de este muy popular versículo del libro de Habacuc: “El justo vivirá por su fidelidad.” Como seres humanos, a veces en la vida, nos encontramos nosotros mismos en la posición del profeta Habacuc. Simplemente nos encontramos indefensos y todo se vuelve oscuro y la esperanza aparece sin esperanza para nosotros. Es parte del proceso de madurez y crecimiento cristiano. La buena noticia es que Dios no nos dejará si permanecemos fiel en esos momentos. Él definitivamente romperá su silencio en su propio tiempo apropiado para asegurarnos que Él está ahí para nosotros. A través de estas palabras, “el justo vivirá por su fidelidad,” Dios simplemente nos anima a permanecer fieles en acciones y buenas obras. Esta fe en cuestión es una fe salvadora. El justo aquí es el que aún persevera en buenas obras. Él es el que todavía confía en el poder de la salvación de Dios. Él es el que todavía reza a Dios.

En la segunda lectura, Pablo toca la misma nota para amonestarnos así: “Reaviva el don de Dios que has recibido…Toma como norma las saludables enseñanzas que oíste de nosotros, de fe y de amor que están en Cristo Jesús.” Aquí, el apóstol nos llama a la acción. Él nos despierta para que nos demos cuenta de quiénes somos. Él nos recuerda el poder de Dios que trabaja en nosotros a través de las buenas enseñanzas que hemos recibido. Él nos anima a conservar la fe, (la doctrina sana) que hemos recibido de Dios mediante el Espíritu Santo y de sus apóstoles. Nos recuerda que nuestro camino es un camino de fe. Esta fe debe ser constantemente cuestionada, y también llamada a la acción. Debe ser vivida a través de la constancia y perseverancia. Esta fe debe ser demostrada a través de acciones porque: “Fe sin acción es muerta” (Santiago 2:26).

Por lo tanto, el tipo de fe que estamos hablando aquí no es fe ciega y siempre dormida. No, es la fe que ve buenas oportunidades y se las aprovecha. No es como la fe que la mayoría de nosotros predica hoy, que parece sugerir que debemos ir a dormir cada segundo y esperar que Dios asuma nuestras responsabilidades y resuelva todos nuestros problemas. Por el contrario, es una fe que nos lleva a la acción.

En el Evangelio, los apóstoles de Cristo nos recuerdan lo que debemos pedir cada día. Es decir, orando a Cristo: “Señor aumenta nuestra fe.” Su humildad y aceptación de su falta igualmente nos recuerda la importancia de la fe en nuestra vida cristiana y en nuestro viaje. Por último, necesitamos fe para poder perseverar en las buenas obras. La necesitamos para permanecer firmes durante los momentos difíciles en la vida. Necesitamos más fe para confiar en la voluntad y el juicio de Dios. Por lo tanto, debemos humillarnos cada día diciendo: “Señor, aumenta nuestra fe.”

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