21.04.2024 – Torreperogil – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

img_9501

El Buen Pastor: Una relación muy personal

Hch 4,8-12, Sal 118, 1Jn 3,1-2, Jn 10,11-18

En este último día de Novena a Nuestra Señora de la Santísima Virgen de la Misericordia, celebramos la Misa del Cuarto Domingo de Pascua también conocido como el Domingo del Buen Pastor. Así pues, hoy tenemos dos imágenes para contemplar: Nuestra Señora de la Misericordia y el Buen Pastor. Ya sabemos que en la tradición bíblica la imagen del pastor transmite la relación personal entre Dios y su pueblo. Esta imagen se inspira en el cuidado personal que el pastor tiene por su rebaño. Recordamos en el Evangelio de Lucas cómo el pastor ha ido en busca de la única oveja que se había extraviado y, habiéndola encontrado, la lleva sobre sus hombros al rebaño. Existe un vínculo entre el pastor y esta oveja. Eso es lo que transmite Jesús en el evangelio de hoy. Declara que conoce a los suyos y los suyos le conocen a él, como el Padre le conoce a él y él conoce al Padre. Es una afirmación extraordinaria. Jesús está diciendo que la relación tan personal que tiene con su Padre celestial es el modelo de la relación igualmente personal que tiene con cada uno de nosotros. Jesús nos conoce tan íntimamente como el Padre le conoce a él, y quiere que le conozcamos tan íntimamente como él conoce al Padre.

Cuando se trata del Señor, no somos uno más entre la multitud, perdidos en un mar de rostros. De un modo que nunca llegaremos a comprender del todo, el Señor nos conoce a cada uno por nuestro nombre. Se relaciona con nosotros de un modo personal y nos invita a relacionarnos con él de un modo personal. Desea entrar en una relación personal con cada uno de nosotros. Escribiendo a las iglesias de Gálatas, San Pablo decía: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Cada uno de nosotros puede hacer suyas esas palabras de San Pablo. Cuando Jesús dice en el Evangelio de hoy que, como buen pastor, “yo doy mi vida por mis ovejas,” está diciendo que da su vida por cada uno de nosotros.

El Señor que nos conoce por nuestro nombre, que se entregó por amor a cada uno de nosotros, también nos llama por nuestro nombre. El Señor tiene una llamada personal para cada uno de nosotros. Nos llama personalmente, con nuestro temperamento muy particular, nuestra identidad única, el trasfondo especifico. Ninguno de nosotros es igual a otro. Los padres saben lo distinto y único que es cada uno de sus hijos. Todos habrán recibido el mismo amor, crecerán básicamente en el mismo entorno. Sin embargo, desde una edad muy temprana, su singularidad se hace muy evidente. La familia es un microcosmos de la Iglesia en su conjunto. Desde el momento de nuestro bautismo, todos estamos llamados a ser discípulos del Señor, a seguir al Buen Pastor. Sin embargo, el modo en que lo hagamos será único para cada uno de nosotros. El modo particular en que el Señor actúa a través de nosotros es único para cada uno de nosotros. Yo puedo hacer algo por el Señor que sólo yo puedo hacer. Cada persona de esta Iglesia puede hacer algo por el Señor que sólo él o ella puede hacer. Cada uno de nosotros tiene una contribución única que hacer a la obra del Señor en el mundo, a la vida de la Iglesia, y esa contribución es tan vital como la contribución de cualquier otra persona. Cada uno de nosotros tiene una vocación única y cada vocación es igualmente significativa. Cada uno de nosotros es vitalmente importante para el Señor. Cuando cada uno de nosotros responde a su vocación única, ayudamos a todos los demás. Cuando alguno de nosotros no responde a esa vocación, todos nos empobrecemos un poco.

La primera lectura habla de la piedra que fue rechazada por los constructores y que se convirtió en la clave de bóveda del edificio. Hay una clara referencia a Jesús mismo, el rechazado. Todos podemos sentirnos a veces como la piedra rechazada, por la razón que sea. Sin embargo, nunca somos rechazados a los ojos del Señor. Él sigue llamándonos de la manera que nos es propia. Nos ve como la piedra angular de algún aspecto de su obra. Reconoce el potencial de bien que todos llevamos dentro. En este Domingo del Buen Pastor, todos estamos invitados a comprometernos de nuevo a escuchar y responder a la llamada del Buen Pastor.

En este último día de nuestra Novena a Nuestra Señora de la Santísima Virgen de la Misericordia, la Mujer de Oración, ¿qué podemos aprender y pedir realmente a la Virgen, especialmente en este año de oración, que es una preparación para el año jubilar 2025? ¡Enséñanos a rezar madre!

Ayúdanos madre a comprender la esencia de la oración, por qué debemos orar y cómo debemos orar. Cuando los apóstoles vieron rezar a Jesús, se acercaron a él con toda curiosidad y entusiasmo pidiéndole que les enseñara a rezar: Señor, enséñanos a orar. Y comenzó diciendo cuando oréis decid: “Padre nuestro, que estás en los cielos…”

Fue el Papa San Juan Pablo II quien dijo que la familia que reza unida permanece unida. ¿Hemos imaginado alguna vez rezar en familia, hemos rezado alguna vez en familia, podemos recuperar la tradición de la oración en familia en nuestros distintos hogares, qué difícil es perseverar rezando en familia? Desayunamos en familia, comemos y cenamos en familia, vamos a bautizos, primeras comuniones, bodas incluso entierros en familia, vamos de picnic y hacemos viajes en familia. ¿Hemos pensado alguna vez en rezar juntos en familia?

Aunque cada miembro de la familia trate de vivir su espiritualidad lo mejor que pueda, la oración en familia es muy recomendable. Y en este año de la oración, es una oportunidad para que todos evaluemos el potencial de la oración en familia en nuestras distintas familias. Si tenemos tiempo para ver películas, series, fútbol y noticias juntos en familia, entonces también deberíamos crear tiempo para una oración familiar.

Nuestra Señora de la Misericordia, entre otras cosas acompañó a la Iglesia primitiva en sus oraciones, acompaña continuamente a la Iglesia actual a través de sus numerosas intercesiones y advocaciones. Invitémosla personalmente a acompañar a nuestras distintas familias en la oración. Ella nunca dejará de hacerse presente cada vez que recemos juntos, como acompañó a la Iglesia de los Apóstoles.

En el Evangelio de San Juan, Jesús nos recuerda que “las ovejas no seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños.” Es bueno recordarnos a nosotros mismos que en el mundo de hoy hay tantos extraños ahí fuera con voces tan altas que intentan apartarnos de Cristo, el verdadero pastor. Hay tantas ideologías, filosofías y sistemas que ahora no sólo fingen, sino que están claramente en contra de los valores del Evangelio. Una relación personal con Cristo Buen Pastor es muy crucial ahora más que nunca para alejarnos de las numerosas voces de extraños cuya única intención es robar, matar y destruir nuestra fe.

Que Nuestra Señora de la Misericordia, nos ayude a estar siempre firmes y fieles a Cristo Buen Pastor, firmes a nuestras vocaciones cristianas, firmes en oración, constantes en virtudes y valores cristianas. Amen.