26.03.2023 – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo

Yo soy la resurrección y la vida
Ezequiel 37,12-14, Salmo 129, Romanos 8,8-11, Juan 11,1-45
Celebramos hoy el quinto domingo de Cuaresma, el último domingo antes de la Semana Santa, la semana más importante del cristianismo, la semana en la que celebramos los grandes misterios de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Cristo nuestro salvador. Si observamos bien las lecturas de hoy, encontraremos palabras sobre la muerte, la resurrección y el más allá. El profeta Ezequiel profetiza que Dios “abrirá vuestros sepulcros y os hará subir, os devolverá” de vuestras tumbas, de vuelta a la vida. El Salmo 129 es el grito de alguien en la sombra de la muerte que llama y clama por la misericordia y la redención de Dios. San Pablo, en su carta a los Romanos, señala el bautismo como un morir y resucitar: morir al pecado, morir con Cristo, para resucitar a una vida nueva con él. En conjunto, la terminología de la muerte y la vida caracteriza la liturgia de hoy. Pero el punto culminante es la resurrección de Lázaro por Jesús en el evangelio. Mostrando que Él es, de hecho, la Resurrección y la Vida. Jesús está diciendo, que lo que vamos a celebrar en Semana Santa es su acto supremo de amor, es su entrega de la vida, nadie tiene el poder de arrebatarle la vida. Más bien, la entrega voluntariamente porque tiene el poder de recuperarla.
El Evangelio nos plantea algunas cuestiones. ¿Por qué tardó Jesús en ir a casa de Lázaro cuando sabía que su amigo estaba gravemente enfermo? Jesús quería mucho a Lázaro y a sus dos hermanas, y a menudo se quedaba en su casa de Betania. Pero, para sorpresa de sus amigos y discípulos, Jesús no fue inmediatamente a Betania cuando lo llamaron. Jesús explicó que la enfermedad de Lázaro daría gloria a Dios. La gloria que Jesús tenía en mente, sin embargo, estaba relacionada con el sufrimiento y la cruz. Consideraba la cruz como su gloria suprema y el camino hacia la gloria en el reino de Dios. Para Jesús no había otro camino hacia la gloria que la cruz.
De nuevo, ¿cuál es el significado de que Jesús resucitara a Lázaro de entre los muertos? Es más que un milagro. Es una “signo” de la promesa de Dios de resucitar a todos los que han muerto en Cristo a la vida eterna. Por eso Jesús preguntó a Marta si creía en la resurrección de entre los muertos. El credo cristiano, que es la profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y en el poder salvador de Dios, culmina con la proclamación de la resurrección de los muertos en el último día y en la vida eterna. Esta es nuestra fe y nuestra esperanza.
El nombre de Lázaro significa “Dios es mi ayuda.” La parábola de Jesús sobre el pobre Lázaro, que murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham en el evangelio de Lucas (16:19-31), termina con una advertencia: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán si alguien resucita de entre los muertos.” A través de la enfermedad y posterior muerte de Lázaro, Dios trajo gloria por medio de su Hijo el Señor Jesús, que resucitó a su amigo de entre los muertos anticipando su propia muerte y resurrección. Nuestra participación en la Cena del Señor en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestros cuerpos por Jesús.
Mientras nos preparamos para la Semana Santa, no olvidemos su verdadero significado, expresado en palabras de San Agustín: “La cruz de Jesús es un ejemplo de trabajo doloroso. Su resurrección es la recompensa del trabajo doloroso. En la cruz nos mostró cómo debemos soportar el sufrimiento. En su resurrección nos mostró lo que debemos esperar.”