25.09.2022 – Mogón – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo

¡Trabajemos por la vida eterna!
Am 6, 1. 4-7; Sal: 145, 6-10; 1Tim 6, 11-16; Lc 6, 11-16
Hoy la Iglesia nos invitar a reflexionar sobre la vida eterna y como podemos alcanzarla. Nos anima a ser dedicados y activos en la “buena batalla de la fe hasta la aparición del Señor.” Todas las lecturas de este domingo son continuaciones de las lecturas del domingo pasado. Ellas se centran en el día del juicio de Dios. Lo más importante, señalan el destino de los injustos y el triunfo de los pobres y justos.
El profeta Amós continúa su tratado contra los ricos y los afluentes de la sociedad que oprimen a los débiles y los pobres. Él pronuncia el juicio de Dios sobre aquellos que derivan de su gozo de las miserias de los pobres y los débiles. Esta comodidad pronto desaparecerá como la nieve desaparece. Su tiempo terminará pronto. Sus maldades finalmente serán reveladas y expuestas porque, el tiempo revela todas las cosas.
El Evangelio es enfático en hablándonos sobre la vida eterna. Se refiere a las tres últimas cosas muy importantes: muerte, juicio y recompensa – cielo o infierno (Heb 9:27). Mientras tenemos tiempo, mientras somos vivos debemos prestar atención a las instrucciones de la buena noticia de la salvación mientras que todavía hay una gran oportunidad para nosotros. Una prosperidad aquí en la tierra que no imparte positivamente en la vida de los demás, especialmente de los pobres, no nos beneficiará mucho al final de los tiempos. No garantizaran nuestro boleto en el seno de Abraham.
Por lo tanto, necesitamos que prestar atención a la palabra de Dios que oímos todos los días. Nos llama a usar nuestro poder terrenal para ayudar a los pobres y débiles. El verdadero discípulo sabio de Cristo es el que entiende este adagio latino: “cotidiana vilescunt” (las cosas cotidianas pierden su valor, no se aprecian). Esto es cien por ciento cierto y seguro. Las cosas conservan su valor sólo por servir y ayudar a la sociedad de la que se derivan.
Así, siendo consciente de que este mundo pasará nos ayuda mucho a prepararnos para el reino eterno. Sólo aquellos que están enfocados y no distraídos por la excesiva comodidad de este mundo fácilmente notarán y atenderán al Cristo en el “Lázaro” alrededor de ellos.
San Pablo nos aconseja: “Hermano, tú como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado…” Esta llamada a la vida eterna es para todos. Sin embargo, sólo aquellos que trabajan para ella con fe, amor, paciencia, ternura, reverencia para Dios y para otros, la alcanzarán. Sólo aquellos que muestran misericordia a los pobres, los débiles y los justos serían aceptados en el seno de Abraham. Es decir, el reino eterno, donde “mejores cosas se pueden esperar.”
Hoy bautizamos a nuestro pequeño hijo, Oscar. Recordamos nuestro propio bautismo y todas las promesas que hicimos ese día. Este niño que va a ser bautizado aprenderá los misterios de la fe a través de los padres, los padrinos, la familia y la Iglesia. La familia es una Iglesia doméstica, la primera escuela de catequesis donde el niño aprende la virtud y la vida de oración. Es el lugar donde el niño aprende a amar y a ser generoso. Es el lugar donde el niño aprende el respeto, la humildad y el sacrificio. Queridos padres y padrinos, enseñad a Oscar a amar amando, a ser generoso siendo generoso, a rezar rezando, a sacrificarse sacrificando, a ser humilde siendo humilde, a respetar siendo respetuoso. Enseñadle sobre Dios, la religión y la Iglesia siendo vosotros mismos cristianos practicantes. Los niños aprenden observando. Las Escrituras dicen “Instruye al niño en el camino que debe seguir y cuando sea mayor no se apartará de él.” (Prov. 22.6.). Los padres y los padrinos tienen la responsabilidad principal de velar por el crecimiento de la fe de este niño. Enhorabuena familia y suerte al aceptar emprender esta tarea que hoy comenzáis.
Resumen: El pobre murió y fue llevado por los ángeles para estar con Abraham. El rico también murió y fue sepultado – Lucas 16:22…. Hermanos en Cristo, la liturgia de hoy llama nuestra atención sobre la vida después de la muerte. En el evangelio, Jesús utiliza la historia de Lázaro y el hombre rico para describir el peligro de centrarse en la riqueza y olvidar la muerte. Muy a menudo nos apegamos tanto a las posesiones terrenales que no tenemos en cuenta las dificultades de los que nos rodean y no aseguramos el futuro final. Para conseguir la vida eterna con Dios debemos estar dispuestos a alimentar al hambriento, vestir al desnudo, atender a los enfermos, a los menos privilegiados y a cualquier otro que necesite nuestra atención. ¿Qué tan listos estamos para usar las cosas de este mundo para el propósito divino? Recuerda: De nada nos sirve ganar el mundo entero y perder nuestra alma.