Humildad: el sello distintivo de la ética cristiana.
Santiago 4: 1-10, Salmo 55, Marcos 9: 30-37
La Epístola de Santiago podría llamarse el “Libro de Proverbios del Nuevo Testamento”. Está lleno de máximas sabias como guía para vivir. Algunos de ellos basados en la tradición judía de la sabiduría.
Él dice: “Someteos a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acércate a Dios y él se acercará a ti. Limpia tus manos, pecadores y purifica tus corazones, eres de doble ánimo. Lamento y llorar y llorar. Deja que tu risa se convierta en luto y tu alegría en desánimo. Humíllense ante el Señor y él los exaltará.” Santiago se hace eco de la predicación denunciatoria de los Profetas, Isaías, Jeremías y Amós, por ejemplo.
Santiago nos invita a reflexionar sobre la necesidad de aprender de la humildad de los niños. Habla sobre “conflictos y disputas”, asesinatos y envidias. Para él, el camino a la salvación es que “Dios resiste a los orgullosos, pero muestra favor a los humildes”. Esta cita de Proverbios muestra cómo Santiago extrae de la sabiduría judía de su tiempo, para completar el mensaje de Jesús.
La guía del Evangelio para dar la bienvenida a un niño como uno daría la bienvenida al mismo Jesús también requiere cierta reflexión. Podemos encontrarlo de maneras sorprendentes y entre las personas más simples. Así como los niños comienzan a unirse fácilmente a otros niños como compañeros de juego, también debemos respetar a aquellos que son menos importantes. La infancia en este sentido no es solo una cuestión de edad. Alguien que está solo puede estar esperando el toque curativo de la bondad. Darle la bienvenida a Jesús como niño es abrir nuestros brazos a los que nos necesitan.
Las lecturas de hoy alaban la virtud humildad que no es un ideal atractivo para el mundo. Las personas que nos rodean comparan, compiten y se esfuerzan mucho para desempeñarse y sobresalir en todos los sentidos y para estar en la cima del mundo. Santiago notó esta actitud entre los seguidores de Jesús en su comunidad. Los enfrentó audazmente diciéndoles que se habían convertido en amigos del mundo y les mostró que Dios levanta a los humildes. Es difícil permanecer humilde en un mundo que valora los laureles y las posiciones.
Además, los discípulos en presencia de Jesús no pudieron resistir el impulso de la ambición y el éxito personal. La ambición no está mal en sí misma, pero cuando sobrepasa el servicio y la humanidad, se vuelve pecaminosa. Es el orgullo el que sobrevalora la posición y el prestigio. Los discípulos encontraron un desafío comparar sus motivos con los de Jesús. Servir a los demás fue el único motivo de Jesús y un verdadero seguidor de Jesús tiene un corazón de siervo. Jesús nos pide a través de su discípulo que no pasemos por la vida esperando posiciones y privilegios, sino que estemos constantemente en busca de formas de ayudar y ser útiles para los demás.