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Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás

Joel 2: 12-18, Salmo 51, 2Corintios 5: 20-6: 2, Mateo 6: 1-6, 16-18

Trazar una cruz hecha de cenizas en la frente marcará el comienzo de la temporada de Cuaresma. Este ritual irá acompañado de las palabras: “recuerda que eres polvo y al polvo volverás.” Estas fueron las mismas palabras que Dios usó cuando expulsó a Adán y Eva del jardín por el pecado de desobediencia. La obediencia es un signo de amor y al desobedecer se distanciaron de Dios y de Su amor. Las cenizas nos recuerdan nuestra fragilidad y transitoriedad humana. La cruz en nuestra frente simboliza la recuperación de nuestra dignidad perdida y amistad con Dios en Jesús.

Estamos llamados a recuperar las gracias perdidas, durante esta temporada a través de un proceso de arrepentimiento y conversión. Jesús en el Evangelio de hoy enseña que el arrepentimiento y la conversión espiritual vienen a través del ayuno, la oración y la limosna. El ayuno nos permite ejercer autocontrol; la oración coloca a Dios en el centro; la limosna se enfoca en el prójimo en el servicio amoroso ofrecido. La abnegación es buena tanto para el alma como para el cuerpo porque desarrolla el autocontrol y la autodisciplina. La oración tiene un gran poder y trae la gracia de Dios que nos permite resistir el mal y hacer el bien. La limosna nos permite encontrarnos con Dios en nuestro prójimo a través de la compasión y el servicio. Deja que las palabras del profeta Joel guíen nuestro viaje espiritual durante esta Cuaresma: “Regresa a mí con todo tu corazón, con ayuno, llanto y duelo por tus pecados …”

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Las cenizas del Miércoles de Ceniza hacen tangible la fugacidad de las cosas y nuestra propia mortalidad. Intentamos comenzar la Cuaresma como humildes mortales, espíritus encarnados que son de la tierra y que con el tiempo volverán a la tierra. “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás.” Pero las cenizas no están destinadas simplemente a conmemorar la fugacidad de la creación. Las cenizas utilizadas este miércoles están hechas de ramos del domingo de Ramos del año pasado. Jesús murió y fue enterrado en una tumba, el lugar de descomposición y el lugar de polvo; sin embargo, en la Pascua resucitó de los muertos a una nueva vida. Nuestro destino final no es solo el regreso al polvo y las cenizas, sino compartir la vida resucitada del Señor y ver a Dios cara a cara.