23.04.2023 – Villanueva del Arzobispo -Iznatoraf

Un Evangelio dentro del Evangelio

Hechos 2:22-33; Salmo 15:1-2.5-11: 1Pedro 1:17-21: Lucas 24, 13-35

La historia de Emaús es como un evangelio dentro del evangelio. Es una lección tan rica que sirve como resumen de nuestra propia vinculación con Jesucristo. Para los discípulos de Emaús, el futuro parecía sombrío. Durante los años anteriores, la vida había sido apasionante y estaban cautivados por el mensaje evangélico de Jesús. Pero resulta que no habían captado algunas partes vitales de lo que había dicho. Podemos empatizar con ellos, porque a menudo también nosotros tendemos a escoger las partes de su mensaje que nos agradan, y no tomamos en serio otras palabras del Señor.

Después de su muerte en la cruz, sintieron que todo estaba perdido. Pero Jesús utilizó las escrituras judías para iluminarlos. Las profecías declaran las promesas divinas y revelan el plan salvador de Dios. Las Escrituras tienen poder como una corriente eléctrica, y están inspiradas por el Espíritu de Dios. Cuando les abrió el significado de la Palabra de Dios, empezaron a entender su cruz bajo una luz totalmente nueva. No la vieron como un desastre total, sino como el comienzo de una nueva era de gracia.

Una vez llegados a Emaús, lo reconocieron también en la fracción del pan. El compartir orantemente una comida entre amigos era un símbolo vivo de amistad y confianza. Qué había de especial en la forma en que Jesús partió el pan es una pregunta intrigante. Quizás fue el espíritu de entrega que invirtió en el acto lo que les mostró quién era realmente. Había un nivel de concentración, de compartir y de sacralidad único en Jesús, algo que ya habían experimentado antes, antes de su pasión. Su presencia tocaba sus hambres más profundas, y el pan que partía no era sólo físico. Era un alimento para el que abrían el corazón y la boca.

La historia de Emaús habla a personas de todas las edades. Podemos vernos a nosotros mismos en estos dos viajeros cansados de su viaje, la fe y la esperanza que han perdido, el futuro que esperaban derrumbado. Y, sin embargo, se encontraron con un amigo desconocido que caminaba con ellos por la carretera, que les dio una nueva visión y conectó el nuevo mundo con el mundo que conocían. Y, por supuesto, está presente de un modo particular en la Eucaristía, en la fracción del pan, llena de los muchos significados que la fracción del pan tuvo para el propio Jesús, durante su vida y después de la resurrección.

Este evangelio de hoy llama nuestra atención a aspectos importantes de nuestra vida cristiana. Es decir, la liturgia de la palabra, y del cuerpo y la sangre de Cristo. Cristo hizo esto hoy para recordarnos que cada vez que celebramos estas liturgias dignamente, se abre nuestros ojos, para reconocer su presencia divina con nosotros. A través de la fracción del pan en memoria de Él, alimenta nuestra vida y lo hace nuevo cada día. En la misa, reconocemos a Cristo cada día, y renovamos nuestra vida en Él. Cristo en la misa se ofrece otra vez como un rescate precioso para la renovación de nuestra propia vida. Hoy lo pedimos Cristo que siempre abrir los ojos de nuestras mentes, para que podamos reconocerle durante cada celebración eucarística.

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