24.07.2022 – Mogón-Villacarrillo-Iznatoraf-Villanueva del Arzobispo

Señor enséñanos a orar
Gen 18, 20 -32; Sal 137; Col 1, 12-14; Lc 11, 1-13
Hoy, la iglesia nos llama nuestra atención a la necesidad de recurrir siempre a Dios en oraciones en todas las circunstancias de la vida. Ella nos recuerda que la oración es la clave para llegar el corazón de Dios. Hoy, Cristo nos enseña a orar, así como nos anima a orar sin cesar.
En la primera lectura, Abraham nuestro padre en la fe demostró una gran confianza y valor. Sin miedo, se acercó a Dios y audazmente intercedió en nombre de Lot, su sobrino. Abraham nos enseña que tenemos el deber de interceder por otros en oración. No debemos subestimar el poder de la oración de intercesión. Hay un refrán que dice: “Dios gobierna el mundo, mientras que la oración gobierna a Dios.” A través de nuestra intercesión, Dios puede salvar a los justos, sanar a los enfermos, y proteger a todos los que están en diferentes tipos de peligros. No importa tan lejos están ellos de nosotros, porque la distancia no es una barrera para que Dios nos escuche o actúe en nuestro favor.
Pablo nos recuerda nuestra redención en Cristo Jesús. Nos recuerda que esto fue posible debido a nuestra fe en Dios que levantó a Jesús de entre los muertos. Por lo tanto, es a través de esta misma fe que constantemente hay que acercarnos a Dios nuestro padre en la oración. Es a través de esta misma fe que debemos interceder por nuestras familias, amigos y especialmente por nuestro mundo que ahora se encuentra en caos total.
El Evangelio de hoy es una llamada explícita a orar. El discípulo sabio humildemente imploró a Cristo: “Señor enséñanos a orar.” Es como el hombre que dice: “¡No me des pescado, enséñame cómo pescar!” Hoy Cristo oró y también nos enseñó como orar. El “Padre Nuestro” ha convertido a ser la oración mas común y el modelo de todas las oraciones cristiano. Hoy, Jesús nos enseña que la oración es una herramienta necesaria para nosotros. Todo lo que necesitamos es ser persistentes, pacientes y humildes. Por desgracia, muchos ya no perseveran en la oración, pero queremos que las montañas se muevan a nuestros favores. Sin fe no se puede rezar y sin perseverancia en la oración no se puede espera en Dios.
Estamos invitados hoy a reanimar y recuperar nuestra vida de oración, debemos ser quemados con el afán de orar. Como el discípulo en el Evangelio de hoy, debemos humildemente implorar a Jesús: “Señor enséñanos a orar.” La oración es un proyecto simple que logra mucho. También, es una cosa del espíritu. Por lo tanto, Pablo nos recuerda que: “No sabemos qué pedir, pero el espíritu mismo intercede por nosotros en gemidos indecibles” (Ro 8:26). Así que, debemos pedirle constantemente el espíritu de Jesús que nos ayude a orar. También, es importante que tenga en cuenta que, si oramos según la voluntad y mente de Dios, se nos oirá.
Nuestro Dios nunca duerme. Él sabe cuándo, dónde, y cómo responder y actuar. Así que, no debemos perder el hábito de orar e interceder por los demás. La oración abre el corazón de Dios. La oración rompe las barreras y trae el poder de Dios. Jesús comenzó su ministerio con oración y lo terminó con oración. ¿Y tú comienzas tu día con oración? ¿Y terminas cada día con oración? Necesitamos tiempo de silencio y a solas para rezar como nos ha enseñado Jesús. Es en silencio que escuchemos mejor la voz del Señor.