29.05.2022 – Mogón-Iznatoraf-Villanueva del Arzobispo

Cristo Sube En Gloria

Hch 1:1-11; Sal: 46:2-3. 6-7, 8-9; Ef 1:17-23; Lc 24:46-53

“Todos los pueblos aplauden, gritan a Dios con gritos de alegría… Dios sube entre fanfarrias, para el Señor resuenen los cuernos.” En este séptimo Domingo de Pascua, celebramos la solemnidad de la Ascensión. Es una solemnidad importante que marca el regreso de Jesús al padre. Junto con la resurrección, es una manifestación de la victoria de Cristo.

Ascensión es una solemnidad que sostiene la esperanza de los cristianos que un día estaremos donde Cristo está. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “La cabeza de la iglesia, Jesucristo, nos precede en el reino glorioso de su padre, para que, como miembros de su cuerpo podíamos vivir en la esperanza de que algún día estaríamos con Él para siempre” (665-667).

A veces en la vida, estamos muy de prisa para empezar, lograr un impacto, y para impresionar a los demás. El resultado la mayor parte de las veces siempre es el fracaso porque, no estamos suficientemente preparados o madurados para el próximo desafío en la vida. La misma cosa pasa a nosotros en nuestro viaje espiritual. A veces, tenemos demasiado prisa para comenzar nuestro viaje espiritual sin, o con poca preparación.

En la primera lectura de hoy, Cristo instruyó a sus discípulos: “Quédense en Jerusalén hasta que el Padre cumple su promesa”. En el evangelio de hoy, los Apóstoles obedecieron esta instrucción: “Le adoraron, y volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban continuamente en el templo alabando a Dios.” Estaban en el templo en Jerusalén en espera de “la levadura” (el Espíritu Santo) que los ayudará a madurar espiritualmente.

Al igual que en la producción de vino, esto era muy necesario para sacar la fuerza y dulzura en ellos para su misión. Así que, al igual que los discípulos de Cristo, debemos obedecer a Cristo, y permitir que su espíritu nos llene y a abrir los ojos de nuestra mente, como Pablo oró para nosotros hoy en nuestra segunda lectura: “Le pido que les ilumine la mente.”

Por lo tanto, debemos prestar atención a lo que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy. Como un maestro experimentado, Él sabe el terreno que estamos a punto de caminar. Él sabe cuán delicado son los corazones de los hombres de nuestra época. Él sabe cuán difícil es nuestra tarea, y lo que necesitamos para lograr éxito. Él sabe que sólo el Espíritu Santo puede ayudarnos.

Por lo tanto, la ascensión marca el comienzo del cumplimiento de la promesa de Cristo a nosotros. Así que, al celebrar hoy la solemnidad de la Ascensión, Jesús nos recuerda que independientemente de nuestro conocimiento y capacidad humana necesitamos una ayuda divina para ser exitosos. Esta ayuda divina vendrá del Espíritu Santo a quien debemos prestar atención todo el tiempo.

Hoy, como celebramos la Ascensión de Cristo, y esperamos el cumplimiento de su promesa el domingo de Pentecostés, oremos: “Señor, envía tu espíritu y renueva la faz de la tierra.”