14.04.2022 – Mogón

Haced esto en memoria mía
Éxodo 12:1-2, 11-14, Salmo 116, 1Corintios 11:23-26, Juan 13:1-15
Cuando Jesús dice: “¡Haced esto en memoria mía!”, claramente quiere que entendamos qué era y qué es “esto.” ¿Qué es exactamente lo que tenía en mente a través de los símbolos del pan partido y la copa de vino compartida? La última cena del Señor con sus discípulos se celebró en el contexto de la comida judía de la Pascua y la primera lectura explica el significado de esta fiesta. Con palabras y símbolos, recuerda el mayor acto salvador de Dios en el Antiguo Testamento, el éxodo de Egipto, que libera al pueblo de Dios de la esclavitud. Nos abre a la idea de que Dios entra en nuestras vidas para salvarnos y liberarnos de lo que nos oprime. Así, “abiertos”, estamos preparados para la buena noticia de que la obra salvadora definitiva de Dios se realiza en y por Jesucristo.
Reflexionamos sobre lo que San Juan llama la “hora” de Jesús, el punto culminante de su obra salvadora, el nuevo éxodo, su paso de este mundo al Padre, por el que hizo nacer una nueva relación entre Dios y nosotros, los seres humanos. Participar en este nuevo éxodo es nuestra liberación definitiva, que nos libera de la esclavitud de las cosas materiales y de los intereses mezquinos y nos hace libres para amar con generosidad, el mismo fin para el que fuimos creados originalmente a imagen de Dios. Con su amor sin límites, en su propio corazón totalmente desinteresado, Jesús superó todo el egoísmo humano y, con él, el pecado humano. Precisamente este amor, que el Padre quiere que todos tengamos y compartamos, es el corazón mismo del éxodo de Jesús. Es precisamente este tipo de amor de entrega el que Jesús quiere que se mantenga vivo entre nosotros. Con sus discípulos, en la Última Cena, anticipó su muerte por nosotros en la cruz, entregándose en los símbolos sacramentales del pan y el vino. Desde entonces, la celebración de nuestra Eucaristía es el memorial vivo por el que nos unimos al acto de amor salvador de Nuestro Señor. Es nuestro modo de participar en el nuevo éxodo, de liberarnos del aislamiento de la preocupación por nosotros mismos para llegar a ser plenamente humanos como Dios quiere que seamos.
En el evangelio de hoy, el evangelista Juan quiere que comprendamos que nos unimos a Jesús al dejar que nos lave los pies, aceptando su gran acto de servicio amoroso. Una vez aceptado el don, debemos abrazarlo como un valor a practicar en nuestra vida. Lo que Jesús hace por nosotros en su Pasión nos muestra cómo vivir. En algún sentido real, debemos vivir como Jesús, “para” Dios y los demás. El filósofo alemán Heidegger destacó que el hombre es “un ser para los demás.” Hay un estrecho vínculo entre el hecho de que Jesús les lavara los pies y que luego ellos fueran a lavar los pies de otros en el futuro. Si la Eucaristía es el lugar donde el Señor nos lava los pies, la vida cotidiana es el lugar donde podemos lavar los pies de los demás. La Eucaristía lleva a la vida. La verdadera piedad eucarística debe llevar al servicio de los demás. Jesús, que partió el pan de la Eucaristía, también lavó los pies de sus discípulos. Debemos seguir su ejemplo tanto en el altar de la Eucaristía como en el altar de la vida. “Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que yo he hecho con vosotros,” dijo Jesús a sus discípulos. Este es un mensaje muy importante. El mensaje del amor y del servicio. El verdadero sentido de la Eucaristía. El verdadero sentido del cristianismo. El verdadero sentido de la humanidad.