Mogón – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo

Decir “NO” a la tentación
Deut 26, 4-10; Salmo 90; Rom 10, 8-13; Lucas 4, 1-13
Cuando queremos ceder a cualquier tentación, siempre encontraremos razones, argumentos y lógica para apoyar nuestros deseos. Pero necesitamos la sabiduría de Dios para desafiar, cuestionar y superar nuestras tentaciones. Cada año, en el primer domingo de Cuaresma, leemos el relato evangélico de Jesús tentado por Satanás. El mensaje del Evangelio no es sólo decir “NO” a la tentación, sino desafiar la tentación o al tentador.
La primera tentación fue convertir la piedra en pan. Había muchas piedras alrededor de Jesús. Si todas las piedras se convirtieran en pan, habría suficiente comida para toda la vida. El problema de la pobreza en el mundo se debe a que mucha gente quiere acumular y almacenar dinero y material para toda la vida. Es el sentimiento de inseguridad. Jesús contó la parábola de un hombre que quería derribar sus graneros y construir otros más grandes, pero el Señor le preguntó: “Necio, si esta noche te exigen la vida, ¿de quién será todo esto?”. Ceder a la primera clase de tentación es como tratar de acumular para toda la vida cuando Dios quiere que vivamos un día a la vez. Ceder a esta tentación nos llevará a saquear, expoliar, engañar, agarrar y arrebatar a los demás todo lo que podamos.
La segunda tentación fue que Satanás daría todos los reinos del mundo si Jesús lo adoraba. Esta tentación es demasiado evidente por las crecientes luchas de poder que se ven en el mundo de hoy y el aumento de la violencia y el derramamiento de sangre; una religión que intenta dominar a otra, naciones que intentan superar a otras en economía y armamento para convertirse en superpotencias mundiales; culturas, comunidades y grupos étnicos que reclaman la superioridad sobre otros. Esta tentación de poder comienza a nivel individual cuando olvidamos la enseñanza de Jesús “quien quiera ser el primero debe ser el servidor de todos”, lo que nos lleva a clamar por el poder, la posición y la fama incluso a costa de la dignidad de otro.
La tercera tentación fue la de que Jesús realizara un acto espectacular de caída desde el pináculo y no se hiciera daño. Esta tentación se revela en ciertas tecnologías que avanzan peligrosamente y en las que el hombre intenta jugar a ser Dios. La tecnología es buena si mejora la calidad de vida, pero es peligrosa cuando la criatura quiere convertirse en creador. Cuando confiamos sólo en nuestras propias fuerzas e inteligencia, descartamos a Dios. Toda nuestra inteligencia junta aún no puede detener un tsunami, un terremoto o las aguas furiosas de nuestra inundación. Paradójicamente, es nuestra propia inteligencia la que ha roto el curso de la naturaleza y ha agravado las calamidades naturales.
Por eso, cuando te enfrentes a cualquier tentación, no te limites a decir “no”, sino que cuestiona como hizo Jesús. Compara tu tentación con cualquiera de las suyas y busca la sabiduría de Dios para manejarla.
Nuestras necesidades más profundas no se satisfacen con la comida y la bebida física. Los seres humanos necesitan y anhelan más, la nutrición espiritual. Para ayudar a salvar a otras personas del hambre y la miseria, necesitamos escuchar a Dios, nuestro Padre, que despierta en nuestra conciencia el hambre de justicia y solidaridad. En este primer domingo de Cuaresma, Jesús quiere que seamos conscientes de que no sólo de pan vive el ser humano. Necesitamos también alimentar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar nuestra conciencia, abrirnos al Misterio último del compartir, que nos une a Dios. Las santas prácticas cuaresmales de piedad, la oración, el ayuno y la limosna pueden ayudarnos a superar la tentación de la excesiva dependencia del pan, de la carne y de lo material y a buscar las cosas espirituales.