Enviado como sus embajadores
1Samuel 24: 3-21, Salmo 56: 2-4, 6, 11, Marcos 3: 13-19
Al convocar a sus colegas elegidos para una sesión de enseñanza en la ladera de una montaña, Jesús evoca recuerdos de Moisés que subió al Monte Sinaí para recibir la ley de Dios (Ex 19). El mensaje que sus discípulos deben difundir es un nuevo espíritu que va más allá de un simple conjunto de leyes. Un impulso divino permitió que David perdonara la vida del rey Saúl. Este acto de clemencia sorprende a Saúl y lo avergüenza de su propia búsqueda asesina de su rival más joven, David. El futuro rey David muestra gran respeto por la monarquía cuando grita: “No levantaré una mano contra el ungido del Señor”. Ante tal magnanimidad, Saúl “lloró en voz alta”. David eligió hacer lo noble en lugar de tomar venganza. Él salvó a Saúl.
Jesús sube la ladera de la montaña como el lugar para elegir a los doce apóstoles. En la Biblia, las montañas son a menudo lugares privilegiados para la oración, para templos y santuarios. Los místicos han adoptado las imágenes de la montaña como el lugar para experimentar a Dios más de cerca. Esta escena de la montaña nos invita a encontrar nuestros propios lugares especiales, a ser conscientes de la providencia de Dios en nuestras vidas. Un espíritu de oración nos ayuda a renovar nuestro vínculo personal con Jesús.
Jesús seleccionó a los doce del grupo más grande que lo siguió. Dos elementos se destacan en este episodio. Primero, estos doce debían ser sus compañeros habituales, siguiéndolo cada día, notando todo lo que hizo y dijo. En segundo lugar, los envió a predicar y sanar, compartiendo activamente su propia misión. Necesitaban conocerlo a fondo antes de salir a hacer su trabajo. Este doble patrón todavía se aplica a todos los cristianos, hasta cierto punto. Estamos destinados a compartir activamente la obra del Señor, compartiendo su espíritu con los demás. Para hacer esto, necesitamos conocerlo bien, estar en su compañía a través de la oración. Nuestro alcance en la oración crea espacio para que Dios trabaje en nosotros y a través de nosotros. La elección de los doce por Jesús es un recordatorio icónico de lo que quiere hacer por nosotros y a través de nosotros, como sus embajadores.
El ejemplo de David en la primera lectura de hoy nos envía un mensaje contundente. Que incluso cuando pudiéramos pagar con maldad a quienes no nos tratan bien, a quienes no nos valoran, a quienes nos odian, no debemos levantar nuestras manos contra ellos. La venganza pertenece solo a Dios. David se ganó el corazón de Dios con tal ejemplo y luego se convirtió en un rey según el corazón de Dios. Imitemos el ejemplo de David en nuestro trato diario incluso con aquellos que no nos aman. Dios que ve en secreto siempre nos recompensará. Seamos embajadores de la paz de Dios en nuestro mundo problemático.