30.01.2022 – Mogón – Villanueva del arzobispo

Si no tengo amor nada soy

Jer 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1Co 12, 31-13, 13; Lc 2, 21-30

En este cuarto domingo del tiempo ordinario, la iglesia nos recuerda somos llamados por Dios para ser sus profetas. Mediante el bautismo como cristianos, Dios llamó cada uno de nosotros para llevar su palabra y proclamarla al mundo. Pero no podemos tener éxito en esta tarea sin amor a Dios, el Verbo, y el pueblo de Dios. San Pablo es muy claro: “Si no tengo amor nada soy.” Por lo tanto, a pesar de todas las dificultades asociadas a esta llamada, el amor debe motivarnos para continuar.

La primera lectura de hoy es una llamada a la acción, y de proclamar la buena nueva a todas las naciones. Esta llamada es tanto un imperativo y un privilegio que nos ha dado Dios. Esta misión es muy importante para Dios. Por lo tanto, nos advierte: “No tengáis miedo que sino, yo te meteré miedo de ellos.” Por otra parte, promete a proveer la resistencia y la protección que se requiere para cumplir nuestra llamada: “Yo por mi parte hoy te hará en una ciudad fortificada, un pilar de hierro, y un muro de bronce para afrontar todas estas tierras.”

Es decir que la llamada al ministerio profético es una colaboración ministerio entre Dios y nosotros. Nos hacemos disponibles, mientras que Dios nos da la fuerza y protección. Él es el propietario del mensaje y la misión. También se proveerá todo lo que se necesita para tener éxito en su misión.

Ser cristiano es ser profeta y no es por casualidad, pero por la divina providencia: “Antes de formarte en el vientre te escogí; antes de que salieras te consagré; te he puesto como el profeta de las naciones.” No somos productos de casualidad, somos parte de plan de Dios. Él nos llama por nuestros propios nombres. Aunque somos diferentes tenemos la misma misión – de ser profetas en el mundo.

San Pablo nos recuerda que la misión profética debe estar arraigado en las siguientes virtudes teologales: el amor, la fe y la esperanza. Es Fe en Dios que nos sostiene en nuestro ministerio profético a pesar de los obstáculos que nos encontramos. También es la esperanza en un futuro brillante es la motivación a permanecer fieles y concentrado y creer que nuestro esfuerzo no será en vano.

San Pablo para ayudarnos entender hace una breve descripción de lo que amor: “El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.” Si no tengo amor, nada soy. Si el amor no está en la base de nuestra misión, todos nuestros esfuerzos pueden ser en vano. Un profeta que carezca amor para Dios, el evangelio, y la gente es nada. Es amor que nos motiva aceptar la iniciativa de Dios para ser sus profetas para la salvación de todas las naciones.

En el evangelio cuando Jesús afirma que “ningún profeta es aceptado en su pueblo.” Es decir, que es difícil de ser testigo del evangelio en nuestra tierra, nuestro pueblo, lugar donde nacemos. Es la razón que la gente de Nazaret no lo recibieron a Jesús cuando fue a predicarles el evangelio. Es decir, no siempre es fácil para un verdadero profeta. Él se enfrenta las oposiciones, las persecuciones, experiencias duras, rechazos, e incluso las amenazas contra su vida. A pesar de todos estos, Cristo no cedió. En lugar de ello, siguió a cuidar la llamada de Dios. Como Cristo, debemos seguir al amor y amar a las personas y al mismo tiempo permanecer fieles a Dios quien nos ha llamado.

Por el bautismo somos llamados por Dios para ser sus profetas. Es decir, a tomar sus palabras y lo proclama a los demás. Debemos hacerlo tanto a través de las palabras de nuestra boca, y a través de nuestras acciones. Además, debemos ser comprometidos al evangelio. Así que, es importante saber que un profeta o misionero sin compromiso al evangelio es simplemente un turista. Por lo tanto, con el salmista, renovemos nuestro compromiso a Dios por proclamando: “Mis labios le dirá de su justicia y de su ayuda día a día. Dios mío, me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas.”