
Hechos 9:26-31, Salmo 22, 1 Juan 3:18-24, Juan 15:1-8
La lectura del evangelio nos da un mensaje importante para reflexionar sobre nuestra relación con Dios: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El domingo pasado, Jesús se declaró como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. “Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí y les doy la vida eterna” dice Jesús (Juan 10). Ayer, Jesús declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Hoy, en el capítulo 15 del Evangelio de san Juan, Jesús habla de sí mismo como la verdadera vid. Dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador (labrador); yo soy la vid, vosotros los sarmientos; separados de mí (sin mi) no podéis hacer nada”. La imagen de la vid era muy rica para la gente del Antiguo Testamento, porque al igual que tenemos tantos olivos aquí, la tierra de Israel estaba cubierta de numerosos viñedos. También tenía connotaciones religiosas. El profeta Isaías habló de la casa de Israel como “la viña del Señor” (Isaías 5:7). El profeta Jeremías dijo que Dios había plantado a Israel “como su viña escogida” (Jeremías 2:21). Aunque la vid se convirtió en un símbolo de Israel como nación, también se utilizó en las Escrituras como un signo de degeneración, un estado deformado de crecimiento espiritual y decadencia moral. La profecía de Isaías por ejemplo hablaba de Israel como una viña que “daba uvas silvestres” (véase Isaías 5:1-7). Jeremías dijo que Israel se había convertido en una “vid degenerada y salvaje” (Jeremías 2:21).
Cuando Jesús se llama a sí mismo la verdadera vid, deja claro que nadie puede crecer en la fecundidad espiritual y la bondad moral a menos que esté arraigado en Dios y en su palabra vivificante. La afiliación religiosa o la asociación con personas de mentalidad espiritual no es suficiente por sí misma; uno debe estar firmemente arraigado en el “Árbol de la Vida” (Apocalipsis 22:1-2, Génesis 2:8-9), que es el Padre eterno y su Hijo unigénito, el Señor Jesucristo. Jesús hace una afirmación que sólo Dios puede hacer: él es la verdadera fuente de vida que nos sustenta y nos hace fructíferos para vivir la vida abundante que Dios tiene para nosotros. Es sólo a través de Jesucristo que uno puede ser completamente injertado en la verdadera “viña del Señor”.
Jesús ofrece la verdadera vida – la vida abundante que viene de Dios y que resulta en una gran fecundidad. ¿Cómo se hace fructífera la viña? El labrador debe podar cuidadosamente la vid antes de que pueda dar buenos frutos. La vid tiene dos tipos de sarmientos: los que dan fruto y los que no. Los sarmientos que no dan fruto deben ser podados cuidadosamente para que la vid conserve su fuerza para dar buen fruto. Jesús utilizó esta imagen para describir el tipo de vida que produce en los que están unidos a él: el fruto de “justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Jesús dice que no puede haber fruto en nuestras vidas sin él. El fruto del que habla aquí es el fruto del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, autocontrol (véase Gálatas 5:22-23).
Hay una verdad sencilla aquí: O damos fruto o no damos fruto. No hay un punto intermedio. Pero la producción de frutos sanos requiere una poda drástica. El Señor promete que daremos mucho fruto si permanecemos en él y le permitimos que nos purifique. Debemos confiar en el poder sanador y transformador del Señor para que nos dé la vida abundante y el fruto de su reino celestial.
Hay una frase importante de Jesús sobre la que me gustaría llamar nuestra atención una vez más: “sin mi no podéis hacer nada.” Ya estamos familiarizados con las imágenes del árbol y sus ramas. Las ramas dependen totalmente del árbol para vivir. En este siglo XXI, también se puede utilizar la imagen del enchufe que proporciona energía eléctrica a todo lo que se introduce en él, este enchufe es portador de energía y vida eléctrica, cualquier artilugio que busque vida debe introducirse en este enchufe para obtener vida y recargarse. Sin la conexión al enchufe eléctrico cualquier otro aparato no puede hacer nada. Jesús es como el enchufe y nosotros somos como estos diferentes aparatos. Tenemos que ser conectados a este enchufe para obtener energía y ser recargados. Aparte de mí (que soy el enchufe, la vid), vosotros (los aparatos, las ramas) no podéis hacer nada.
Los sacramentos de la Iglesia, como la Eucaristía – la Misa que celebramos ahora, las devociones piadosas, otras oraciones de la Iglesia, son las diversas formas en las que nos introducimos en este enchufe que nos da vida, Jesús, la vid verdadera. Cuando abandonamos la vida sacramental, la vida devota (piadosa, devoción) y la vida de oración, nos volvemos como un aparato que se ha quedado sin energía y necesita ser recargado. Porque separados de Él no podemos hacer nada, es voluntad de Jesús que permanezcamos continuamente “conectados, vinculados, arrancados” a Él, para que podamos dar fruto y tener vida eterna.
Recemos para que esta celebración eucarística revigorice y reavive en nosotros la vida sacramental, la vida piadosa (devota) y la vida de oración que nunca se apagará ni se extinguirá. Para que, siempre unidos y arrancados a Jesús, la Verdadera vid, demos frutos que lleguen a la vida eterna. Amén.