
La Alegría, paciencia y esperanza
Isaías 35:1-6; Salmo 145; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11
Hoy es el tercer domingo de Adviento (llamado tradicionalmente Gaudete). La Iglesia nos invita a un breve momento de alegría y alivio. “Gaudete en Domino Semper” (alégrate en el Señor siempre, Fil 4:4). Gaudete significa, alegrarse. El color litúrgico de este domingo es rosa: un símbolo de un buen estado de ánimo y alegría. La palabra clave hoy es alegría.
El domingo de Gaudete es un tiempo en nuestro itinerario de este Adviento en que tenemos que brillar con una sonrisa de alegría. Sí, este domingo estamos llamados a alegrarnos, porque estamos cerca del cumplimiento de la promesa de Dios. Es un momento de renovación espiritual en nuestro camino este Adviento.
En la primera lectura el profeta Isaías nos exhorta a ser felices, porque Dios mismo viene a salvar a su pueblo. Él nos dice: “¡Animo! No tengan miedo, miren, su Dios viene.” Nuestro Dios como un Dios generoso vendrá con un montón de regalos. Él es el “Papá Noel por excelencia.” El Profeta nos da una idea de lo que el Señor traerá cuando venga: “Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se destaparán abrirán …volverán los rescatados del señor.”
Lo más importante de todo, es la alegría que acompañará la venida del Señor. Por lo tanto, la alegría que llena nuestro corazón hoy es sólo un anticipo de lo que vamos a experimentar cuando la palabra finalmente se hará carne, el misterio y la gloria de Dios serán completamente revelados. La fuerza que necesitamos para completar nuestro viaje esta temporada viene de la alegría de este domingo maravilloso.
En la segunda lectura, Santiago nos exhorta: “Hermanos sean pacientes hasta la venida del Señor…manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca.” En nuestro viaje de la esperanza esta temporada, la paciencia es una clave muy importante. La paciencia y esperanza, trabajan juntas para producir la alegría que nos mantiene en movimiento. Al prepáranos para la venida del Señor, pidamos a Dios que nos conceda la paciencia que necesitamos. Debemos estar seguros nosotros mismos como un atleta, que podemos hacerlo, y que debemos llegar. Con paciencia y esperanza nos encontraremos sin duda a nuestro Señor Jesucristo cuya venida nos traerá la plenitud de gozo.
En el Evangelio de hoy, el trabajo y las acciones de Jesús fueron tan maravillosas que se provocó una gran alegría entre la gente. Él cumplió la profecía de Isaías en la medida en que Juan el Bautista escuchó de Él desde su prisión. Si sinceramente recibimos a Cristo en nuestras vidas, cuando Él venga, saciará nuestras expectativas, de hacernos ver otra vez, caminar en rectitud, oír y prestar atención a sus palabras. Es un gran motivo de alegría.
La Iglesia nos dice hoy, como Nehemías una vez dijo a su pueblo: “ir y disfrutar de buenos alimentos y dulces bebidas… este día es sagrado para nuestro Señor. No estén tristes porque la alegría del Señor es su fortaleza” (Ne 8:10).