Construyendo la paz, la reconciliación y la armonía 

Isaías 11:1-10, Salmo 71, Romanos 15:4-9, Mateo 3:1-12

El mensaje de hoy es de paz, reconciliación y arrepentimiento. Escuchamos la profecía de Isaías sobre el Mesías. Se nos recuerda que prepararnos para la venida del Señor implica escuchar la voz de aquel que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Juan el Bautista pone énfasis en el arrepentimiento como la mejor manera de prepararse para la venida del Señor: «¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!».

El mensaje de Juan subraya la importancia de esta temporada. El Adviento no es solo un tiempo para la preparación material, como la decoración de las calles, los hogares y las iglesias, sino que es un tiempo de retiro y profunda reflexión sobre el misterio de Dios; el misterio de la encarnación y lo que significa para nosotros y para el mundo. Es un tiempo de limpieza, de limar las asperezas de nuestras vidas con la esperanza de recibir a nuestro Señor en un hermoso estado de ánimo y de cuerpo. Basta con recordar aquí que el mensaje de Juan es otra forma de decirnos que: «Sin santidad, nadie verá al Señor» (Heb 12, 14).

El arrepentimiento, la reconciliación y la santidad del corazón son los requisitos previos para justificar nuestra esperanza al final de esta temporada. Por lo tanto, despojémonos de todo lo que nos impide recibir a Cristo en esta temporada. A la luz de esto, la Iglesia nos anima a aprovechar el sacramento de la reconciliación para prepararnos para recibir a nuestro Señor y Rey. El mensaje de arrepentimiento de Juan el Bautista es muy claro: «Dad frutos dignos de arrepentimiento. No os atreváis a decir dentro de vosotros: «Tenemos a Abraham por padre»; porque ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol, pues, que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego».

El apóstol Pablo, en la segunda lectura, reza: «Que el Dios de la constancia y del ánimo os conceda vivir en armonía unos con otros, según Cristo Jesús, para que juntos, con una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Si no podemos vivir juntos en armonía, si no podemos reconciliarnos con nuestros hermanos y hermanas, con nuestros amigos, ¿cómo podemos cantar con una sola voz los villancicos de Navidad de este año? No tiene sentido celebrar la Navidad, la llegada de la luz al mundo, si no somos capaces de convertirnos en luces en nuestro mundo oscuro; de convertirnos en ministros de la reconciliación, la paz y la armonía en nuestra sociedad. 

La Segunda Luz del Advenimiento simboliza la paz. El que ha nacido en el mundo es el Príncipe de la Paz. Todos sus seguidores deben ser misioneros y mensajeros de paz en un mundo lleno de tantos conflictos y violencia. «Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Debemos trabajar por la paz en nuestras familias y vecindarios. El profeta Isaías describe perfectamente esta paz: «El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se acostará con el cabrito, el ternero y el león y el becerro juntos; la vaca y la osa pacerán, sus crías se acostarán juntas…». Trabajar por la paz también significa trabajar por la justicia, como nos recuerda el salmista… No podemos imaginar la paz sin justicia… 

¿Hay alguien que siga enfrentado, en guerra, en conflicto con su marido, mujer, hijos, padres, hermanos, primos, suegros, compañeros de trabajo? ¡El mensaje de hoy es para ti! El Adviento te invita a encontrar caminos para resolver pacíficamente tus problemas antes de Navidad…