
La perseverancia reaviva la esperanza
Mal 3, 19-20a; Sal 98, 5-6, 7-8a, 8b-9b, 9cd; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19
Estamos acercando la final del año litúrgico de la Iglesia, por tanto, las lecturas dirigen nuestros corazones hacia las cosas finales: la muerte, el juicio, la perseverancia, la fidelidad y la esperanza en tiempos difíciles. En el Evangelio, Jesús habla de guerras, persecuciones, traiciones, miedo y señales inquietantes. Además, al acercarnos al final del año, tendemos a mirar atrás y recordar lo que ha sucedido en los últimos meses. Al contar nuestras bendiciones, también es fundamental recordar los momentos difíciles, los momentos tristes, incluidos aquellos en los que sentimos ganas de rendirnos. Las tormentas, las incertidumbres y las dificultades forman parte de la realidad humana. Entonces, la pregunta es: ¿cómo has podido superar la tormenta hasta hoy? No hay duda de que habrás puesto todo tu esfuerzo, pero como nos dice el Evangelio de hoy, ¡el Señor mismo te ha dado la gracia! El mensaje de esperanza para ti hoy es que, si has sido capaz de afrontar el pasado, seguramente podrás navegar por el futuro con esa misma gracia divina. Solo se requiere una cosa: ¡PERSEVERANCIA! Jesús nos recuerda claramente que, al final, en última instancia, «vuestra perseverancia os salvará la vida».
Hay una historia sobre «El mango que esperó». En un pueblo, un niño llamado Pedro plantó un pequeño mango. Llegó la estación seca con un calor abrasador. La gente se rio y dijeron: «Este árbol no sobrevivirá». Pero cada día, Pedro iba a buscar un pequeño recipiente con agua y lo vertía al pie del árbol. Entonces, una terrible tormenta de viento azotó el pueblo. Muchos árboles cayeron. Los techos fueron arrancados. Todos creyeron que el pequeño mango de Pedro había desaparecido. Pero cuando pasó la tormenta, el árbol seguía allí, doblado, sacudido, pero en pie. Meses más tarde, cuando llegaron las lluvias, el mango se hizo más fuerte. Con el tiempo, produjo frutos dulces, y las mismas personas que se burlaron de Pedro fueron las que disfrutaron de su sombra y sus frutos. Pedro simplemente dijo: «Si no te rindes, Dios no se rendirá contigo». Esta sencilla historia resume el mensaje de hoy.
1. La perseverancia es nuestra fuerza. Llegarán tiempos difíciles, pero no tendrán la última palabra. Al igual que el mango se enfrentó a la sequía y las tormentas, nosotros también nos enfrentamos a retos: estrés financiero, inseguridad, dificultades familiares, corrupción moral y miedo al futuro. El Señor nos dice que no nos desanimemos. El mensaje de Dios hoy es sencillo: aguanta. Mantente fiel. Él está con nosotros en cada tormenta.
2. Fidelidad en lo que hacemos. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, exhorta a la comunidad a no volverse ociosa, a no rendirse al desánimo. Al igual que Pedro siguió regando su mango incluso cuando no había señales de crecimiento, el apóstol nos llama a una vida responsable: a seguir trabajando, a seguir rezando, a seguir confiando y a seguir haciendo el bien, incluso cuando los resultados son lentos o el mundo parece difícil. La fidelidad en las pequeñas tareas diarias es también un camino hacia la santidad.
3. Dios recompensa a quienes permanecen arraigados en Él. En la primera lectura, el profeta Malaquías nos recuerda que, aunque el mal parezca florecer, «para los que temen al Señor, el sol de la justicia se levantará con curación en sus alas». El mango sobrevivió no porque fuera fuerte, sino porque permaneció arraigado. Dios no olvida a quienes permanecen fieles en medio de la tormenta. Los que permanecen firmes verán Su justicia y Su curación.
4. Debemos ser ejemplos auténticos con nuestra firmeza. El mundo necesita creyentes que mantengan la esperanza cuando otros se desesperan, que sean honestos cuando otros engañan, que recen cuando otros se rinden, que sean pacíficos cuando otros siembran el miedo. No tengamos miedo. Dios es más grande que los problemas que nos rodean. Mantengámonos firmes en la fe. Perseveremos en la oración, en la honestidad, en la caridad, incluso cuando sea duro y difícil. Vivamos con responsabilidad y valentía. Estamos llamados a ser luz en una sociedad que a menudo se siente oscura.
La perseverancia reaviva la esperanza, y la esperanza en Dios no defrauda. La fe en Dios exige que el creyente persevere hasta el final, sin importar la situación. A menudo se dice que los ganadores no se rinden y los que se rinden no ganan. Persevera en tu confianza en Dios, incluso en tiempos turbulentos, porque la perseverancia tiene la capacidad de reavivar la esperanza. Sea lo que sea por lo que estés pasando, no temas y no te rindas. Dios está contigo. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas…».