El discipulado requiere un plan responsable y sacrificio

Sabiduría 9, 13-18; Salmo 89; Filemón 9 ss.; Lucas 14, 25-33.

El discipulado es una palabra muy frecuente en el cristianismo. Significa seguir a Jesús en palabras, pensamientos y obras. Significa reflejar en todo lo que hacemos, decimos y pensamos los ejemplos de Cristo. Como cristianos, estamos invitados a ser discípulos de Jesús. Es muy claro y lo hemos escuchado muchas veces.

Pero, ¿qué quiere recordarnos Jesús con la parábola del evangelio de hoy? El discipulado, como cualquier otro empeño, requiere una planificación responsable. Nadie emprenderá un proyecto importante sin antes examinar si tiene los medios y la energía para llevarlo a cabo. Si no es así, se corre el riesgo de quedar en ridículo. Ningún agricultor comienza a construir una torre de vigilancia para su viñedo sin calcular primero lo que requiere el trabajo. Ningún gobernante irá a la guerra contra un enemigo poderoso sin calcular primero las posibilidades de victoria final. Estas dos imágenes y ejemplos del evangelio de hoy quieren indicar que el discipulado, seguir a Jesús, requiere una planificación previa.

En la primera lectura del libro de la Sabiduría, escuchamos una repetición de las palabras: consejo, sabiduría y discernimiento. Nadie se embarca en un proyecto serio sin estas cualidades. El discipulado o la misión de difundir la Buena Noticia es tan importante que nadie debería comprometerse con ella sin discernimiento. Jesús nos llama a una reflexión madura. Necesitamos sentarnos, ordenar nuestros pensamientos, reflexionar juntos y decidir el camino a seguir. Necesitamos escuchar más juntos el Evangelio, para descubrir la llamada de Dios hoy, despertar los carismas y cultivar un estilo renovado de seguir a Jesús. No podemos empezar a tomar nuestra cruz y seguir a Jesús si no hemos discernido verdaderamente el significado del discipulado, lo que implica y lo que exige de nosotros. Como discípulos, debemos ser la «levadura» en medio del pueblo; la «sal» que da nuevo sabor a la vida de las personas; la «luz» que brilla en la oscuridad del pecado, la desesperación y la falta de fe.

El discipulado implica abnegación y sacrificios. El discipulado significa decir no al mundo y sí a los valores y exigencias del Evangelio. El discipulado significa desprenderse de las cosas que ofenden a Dios y al Evangelio. El discipulado significa compromiso con la paz, la unidad y el amor. El discipulado significa compromiso con los pobres, los que sufren, los rechazados y los excluidos. Jesús nos invita a imbuirnos de su espíritu de compromiso y sacrificio para ser sus verdaderos discípulos. Él dice: «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer… y también su propia vida, no puede ser mi discípulo». ¿Qué quiere decir Cristo con «aborrecer»? Él nos enseña y nos llama a hacer un sacrificio y a comprometernos con nuestras misiones y vocaciones.

Cristo quiere que imitemos el espíritu de sacrificio y compromiso de Pablo. En la segunda lectura, Pablo devolvió a Onésimo a Filemón con espíritu de sacrificio. Aunque Pablo necesitaba a Onésimo y tenía todo el derecho a retenerlo, lo devolvió a su antiguo jefe Filemón, que también lo necesitaba. Filemón también tuvo que sacrificar algo. Tuvo que abandonar todos sus recelos hacia Onésimo. Por eso, Pablo lo animó a recibir a Onésimo como a un hermano y no como a un esclavo.

Pablo nos enseña que también nosotros podemos sacrificar nuestra comodidad para restaurar la de los demás. Debemos estar dispuestos a hacer algunos sacrificios para reparar y restaurar las relaciones. No hay nada que no podamos sacrificar por el bien de Dios y de la humanidad. Ser discípulos significa estar dispuestos a hacer sacrificios. Llevar nuestra cruz y seguir a Cristo significa someter nuestra propia voluntad para hacer la suya. Significa estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa para el reino.