23.03.2025 – Santuario Fuensanta de Villanueva del Arzobispo//Parroquia Ntra. Sra. Asunción de Iznatoraf

Si no os convertís, pereceréis igualmente
Éxodo 3:1-8, 13-15, Salmo 102, 1Corintios 10:1-6, 10-12, Lucas 13:1-9
Celebramos hoy el tercer domingo de Cuaresma. El tiempo de Cuaresma se profundiza y hay una llamada a intensificar nuestras observancias cuaresmales. Si recordamos, el primer domingo de Cuaresma, escuchamos las tentaciones de Jesús, cómo venció esas tres tentaciones que querían poner su propia voluntad en contra de la voluntad de Dios; el domingo pasado, el segundo domingo de Cuaresma; se nos presentó la voz del Padre que en el monte de la transfiguración confirma a Jesús como el hijo amado, a quien debemos escuchar.
El Evangelio de hoy trata con bastante intención uno de los temas principales de la Cuaresma: El arrepentimiento. El tema principal es que Dios es bondadoso y paciente con nosotros. Es misericordioso. Es el Señor de la viña que nos ofrece amplias posibilidades de dar fruto. Pero también hay claras señales de advertencia de que, si no nos arrepentimos, si no damos el fruto deseado, pereceremos; seremos cortados cuando se agote la paciencia de Dios. Las escenas y los ejemplos no sólo asustan, sino que son demasiado aterradores como para ignorarlos.
El arrepentimiento o la conversión es un proceso, un viaje de regreso a Dios. Por nuestros pecados, soberbia, tendencias egoístas, negligencia, desobediencia, terquedad y dureza de corazón, como el hijo pródigo, nos alejamos de la casa del Padre. El arrepentimiento es el largo viaje de vuelta a casa del Padre, que es bondadoso y misericordioso. La primera lectura de hoy nos recuerda cómo Dios llamó a Moisés para que devolviera a su pueblo, los israelitas que entonces eran esclavos en Egipto, a la tierra prometida. El viaje duró 40 años. Dios los guío en todo momento. Sin embargo, algunos fueron obstinados, desobedientes y se negaron a arrepentirse. A Dios no le agradó la mayoría de ellos y perecieron en sus pecados (1Cor 10:5).
Rechazar el arrepentimiento y retrasarlo (procrastinarlo) es una tentación real para los cristianos de hoy en día. A veces pensamos que todavía tenemos mucho tiempo o sentimos que Dios ya sabe que soy un pecador. Como es bondadoso y misericordioso, siempre me perdonará después de todo. Y así, ignoramos, rechazamos o nos resistimos a cualquier esfuerzo real de verdadera conversión, de arrepentimiento de todos aquellos pecados, actitudes, estilos de vida, negligencias que son contrarios a los valores del Evangelio. Cada uno de nosotros podría preguntarse hoy: ¿cuándo fue la última vez que hice una confesión verdadera y buena? ¿Cuándo fue la última vez que hice un verdadero acto penitencial por mis pecados? ¿Soy consciente de las cosas que hago y que no agradan a Dios? ¿Hay algún esfuerzo real y verdadero por mi parte para abandonar esas cosas que no agradan a Dios?
Aunque Dios nos da tiempo suficiente para arrepentirnos. Sería inapropiado dar por sentada la clemencia de Dios como hicieron algunos israelitas en el desierto. Como a la higuera, Dios nos da incluso tiempo extra para que podamos florecer, aprovechemos esta oportunidad especialmente en este tiempo de Cuaresma. Rezar, ayunar y dar limosna sin ningún esfuerzo real y verdadero de arrepentimiento y conversión hace que nuestras observancias cuaresmales sean inútiles. «Si no os convertís, pereceréis igualmente». Que cada día de la cuaresma y de nuestra vida sea un camino de regreso a Dios a través del verdadero arrepentimiento.