05.03.2024 – Villanueva del Arzobispo – Iznatoraf (Jaén)

Acuérdate de que eres polvo…

Joel 2,12-18, Salmo 51, 2Corintios 5,20-6,2, Mateo 6,1-6, 16-18

Hoy comenzamos el tiempo santo de la Cuaresma. Dios nos llama al arrepentimiento. Y el apóstol Pablo nos hace una súplica sincera a todos en la segunda lectura de hoy cuando dice: «os rogamos en nombre de Cristo que os reconciliéis con Dios». Es una temporada de 40 días cargada de ejercicios espirituales que nos acercan a Dios. Un viaje de 40 días de vuelta a Dios, de reconciliación con Dios.

En estos 40 días, se espera que nos preguntemos: qué virtud puedo adquirir, y qué vicio o pecado habitual debo desaprender que me hace esclavo del pecado. Es como el viaje de 40 días del pueblo de Israel que abandona la esclavitud de Egipto y se traslada a la Tierra prometida. Esto se consigue mediante ejercicios espirituales, ayuno y oración durante estos 40 días. Es un tiempo de reflexión profunda sobre la propia vida y de apertura del corazón a Dios, como dice el profeta Joel en la primera lectura de hoy: «Rasgad vuestro corazón, no vuestras vestiduras». No es un tiempo para esconder nuestros pecados, sino para confesarlos a Dios, obtener su misericordia y ser liberados.

Las cenizas, que simbolizan el polvo del que Dios nos hizo, se depositan sobre nuestra frente o cabeza con las palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». O «Arrepentíos y creed en el Evangelio». Esto nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra mortalidad y que somos polvo. Nos recuerda la brevedad de nuestras vidas. Nos recuerda que no somos nada, nuestra pequeñez. Nos recuerda que siempre necesitamos la misericordia de Dios. La Cuaresma nos llama a llevar una vida humilde, piadosa y devota.

En cuanto a la limosna, uno de los actos piadosos fundamentales de la Cuaresma, podemos preguntarnos: ¿qué puedo ahorrar mediante los sacrificios cuaresmales (abnegación) y la abstinencia para emplearlo en el bien de los demás, especialmente de los pobres? ¿Qué obra de misericordia o caridad puedo hacer en este tiempo? ¿Quizás compartir mi tiempo con los solitarios, visitar a los enfermos, ayudar a los ancianos, rezar por los que tienen problemas, dar a los necesitados? Nuestra alegría pascual será verdaderamente radiante cuando hayamos pasado sinceramente por los sacrificios cuaresmales.

En el Evangelio de san Mateo, Jesús mismo nos recuerda como debemos vivir estos 40 días en oración, ayuno y limosna. La Cuaresma dura cuarenta días, a imitación del tiempo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su ministerio público. Nos preparar para una implicación más eficaz en nuestra vocación como cristianos.

Ten piedad de nosotros, Señor, porque hemos pecado…

¡Que tengamos todos un fructífero tiempo de Cuaresma!