19.02.2025 – Colegio Cristo Rey – Parroquia San Andrés (Villanueva del Arzobispo)

Cada día es otra oportunidad
Génesis 8,6-13.20-22, Salmo 115, Marcos 8,22-26
Dios siempre está dispuesto a empezar de nuevo, como vemos en la historia de Noé en la primera lectura del Génesis de hoy. El arca representa la misericordia de Dios, donde toda la creación tiene otra oportunidad. Al meditar en el Salmo 115, se nos recuerda: «Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles». Cada día es una nueva oportunidad para empezar de nuevo, para cumplir tus mejores intenciones, para dejarte empapar por la luz del sol de la gracia de Dios que amanece en nuestras vidas. Las buenas intenciones por sí solas no bastan: sin acción, se quedan en meros sueños. Tal vez hay cambios personales que te resultan difíciles, que vas posponiendo, aunque sabes que no pueden esperar más. Mételos en el arca, como hizo Noé, y deja que el Señor te ayude a empezar de nuevo. Él cree que tu vida tiene futuro, ¿y tú?
Algo parecido ocurre en el Evangelio de hoy, en el que un ciego es curado. Su recuperación de la vista es gradual, no inmediata. En nuestras vidas espirituales, obtener una visión clara – ver nuestras vidas como Dios las ve – es también un proceso lento. Jesús impone las manos al ciego dos veces antes de que pueda ver completamente. Los cambios en nuestras vidas y en las vidas de los demás ocurren progresivamente, lenta pero constantemente. Como la visión del ciego, se hacen más claros con el tiempo. Por eso debemos ser pacientes, con nosotros mismos y con los demás. Debemos confiar en el tiempo del Espíritu Santo y en su poder sanador y renovador. A veces, esta paciencia puede parecer una carga, pero es en esa espera cuando aprendemos las lecciones más valiosas y experimentamos el crecimiento más auténtico.
Hoy es un buen día para pedir al Señor que ponga Sus manos sobre tu alma, para que puedas ver mejor y más lejos. Deja que Él te toque. Este toque de Jesús no sólo nos da claridad, sino que también nos fortalece para afrontar nuestras propias sombras y convertirlas en luz. A través de la oración y la contemplación, podemos pedir a Dios que nos guíe en este viaje de autodescubrimiento y sanación. Pero este proceso de sanación no es sólo para nosotros, sino también para nuestra comunidad.
A medida que recibimos la gracia y la claridad de Dios, nos convertimos en faros de esperanza y amor para quienes nos rodean. Nuestra transformación personal tiene el poder de inspirar e impactar positivamente a otros, creando un efecto dominó de bondad y fe. La paciencia y la confianza en Dios nos enseñan a vivir con gratitud, apreciando cada pequeño paso adelante y celebrando cada momento de crecimiento. Deja que el Espíritu Santo trabaje en ti, abriendo tus ojos no sólo físicamente, sino también los ojos de tu corazón, para que puedas ver la belleza y la verdad de la creación de Dios.