02.02.2025 – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

La oración y el testimonio de Simeón y Ana

Malaquías 3: 1-4, Salmo 24, Hebreos 2: 14-18, Lucas 2: 22-40

Hoy celebramos la fiesta de la presentación del Señor en el Templo. Por los judíos el Templo fue el lugar preciado para dar culto a Dios y para los fieles llegar hasta el Templo fue siempre una autentica peregrinación. Los padres de Jesús, María y José han querido mantener la tradición, presentando a su hijo en el Templo. Es además un acto de consagración. Es por eso que hoy también se celebrar todos aquellos hombres y aquellas mujeres que han consagrada su vida para el servicio de la Iglesia incluso los religiosos y religiosas.

Hoy se puede fijar en dos personajes del relato de san Lucas: Simeón y Ana. Los que dan la bienvenida a Jesús y lo reconocen como el Enviado por Dios son dos personas mayores de fe sencillo y corazón abierto que han vivido sus vidas esperando la salvación de Dios. Sus nombres sugieren que son personajes simbólicos.  El anciano se llama Simeón («el Señor ha escuchado»), la anciana se llama Anna («Regalo»). Ellos representan a tantas personas de fe simple que en cada pueblo de todos los tiempos viven con su confianza puesta en Dios.

Los dos pertenecen a los ambientes más saludables de Israel. Son conocidos como el «Grupo de los pobres de Yahweh».  Son personas que no tienen nada más que su fe en Dios. No piensan en su destino o su bienestar.  Solo esperan en Dios el “consuelo” que la gente necesita, la “liberación” que han estado buscando a través de las generaciones, la “luz” que ilumina las sombras en las que vive la gente de la tierra.

Ahora sienten que sus esperanzas se están cumpliendo en Jesús. Esta fe simple que espera en Dios la salvación definitiva es la fe de la mayoría. Una fe que apenas se forma, que casi siempre se formula en oraciones torpes y distraídas, que se expresa en fórmulas apenas ortodoxas, que se despierta sobre todo en tiempos difíciles de dificultades. Una fe de que Dios no tiene problemas para comprender y acoger.

Tanto Simeón como Ana tienen algo que enseñarnos sobre cómo recibir al Señor. La respuesta de Simeón al encontrarse con el niño Jesús fue un himno de alabanza a Dios. Su oración está incluida en las completas, la oración nocturna oficial de la iglesia. La respuesta de Ana fue hablar de Jesús a los demás, especialmente a aquellos que esperaban la ayuda de Dios en momentos de necesidad. Mientras Simeón adoraba, Anna dio testimonio y llamó a otros a Jesús.

La fiesta de hoy nos invita a acoger al Señor en oración y en testimonio. Alabamos a nuestro Dios por el regalo de su Hijo, la luz del mundo. Pero también compartimos nuestra alegría con otros porque el Señor que entró en su templo también ha entrado en nuestras vidas.