29.12.2024 – Villanueva del Arzobispo – Iznatoraf (Jaén)

El ejemplo de la Sagrada Familia
Sirac 3: 2-6, 12-14, Salmo 127: 1-5, Colosenses 3: 12-21, Lucas 2,41-52
No es casualidad que el primer domingo después de Navidad se celebre la Fiesta de la Sagrada Familia. La verdad es que la Navidad es una fiesta familiar. Este niño nace de un padre y una madre. Este niño nace de padres pobres y humildes. Este niño nace de padres normales. Este niño nace en un pueblo y una comunidad. Entonces, ¿qué distingue a una familia de la otra? ¿Qué hace que una familia sea un modelo para otras? ¿Qué hace que una familia sea más feliz, unidos y pacifica que otras? La base de la vida familiar es el amor y la comprensión. Entender que todos somos seres humanos y que a veces nos equivocamos. Y cuando nos equivoca, cometemos errores, entonces la necesidad del perdón, misericordia y comprensión. Entendiendo que somos familia y por eso debemos cuidarnos y protegernos unos a otros y no actuar como Caín que cuando le preguntaron “¿dónde está tu hermano”? por Dios respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”
Así que hoy, la Iglesia nos presenta esta familia modelo de Jesús, María y José. Y así, todas las lecturas se centran en la vida familiar. Las lecturas nos invitan a reflexionar sobre aquellas virtudes que ayudan a construir la familia. La primera lectura del libro de eclesiástico merece una segunda y tercera lectura de cada uno de nosotros. Se trata del amor y la comprensión mutuos que deben existir entre el padre, la madre y el niño. “El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. Y añade “el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha”. Esto parece sencillo y fácil cuando el niño es pequeño y los padres son fuertes. Pero ¿qué pasa cuando los padres (padre, madre) envejecen, o se enferman? Es importante que los hijos adultos prestan la atención adecuada a sus nuestros padres mayores y enfermos. Ellos merecen nuestro amor y comprensión mientras vivan. Desafortunadamente, vivimos en una sociedad capitalista que se apresura a descartar lo débil, lo pobre y lo enfermo. Como familias cristianas, les debemos a nuestros padres amor, cuidado y comprensión sin fin. Debemos a cuidar mucho a nuestras personas mayores. Ellos son tesoros de la iglesia y la sociedad.
San Pablo en la segunda lectura habla sobre maridos y esposas. Los esposos y las esposas deben amarse mutuamente. Cuando hay amor, hay sumisión y entrega mutuas. Hoy hay tantos divorcios y separaciones y se vuelve a ser normal. San Pablo nos anima hoy a ponernos “misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdonándonos a unos a otros”. Estas son las virtudes y cualidades que no deben faltar en la vida familiar, entre los padres con sus hijos, entre los maridos con sus mujeres.
Ninguna familia es perfecta. Nadie elige a su familiar. Es un hecho. Amamos y apreciamos a nuestras familias. Tenemos que crear tiempo y espacio de nuestros horarios para nuestras familias. Escuchémonos y perdonémonos. No olvidemos que, además de pertenecer a nuestras familias particulares, todos pertenecemos a la gran familia de Dios, la Iglesia y la familia más grande de todas, la humanidad. Pedimos la gracias de Dios de amar, abrazar y aceptar a todos los miembros de nuestra comunidad parroquial y a la humanidad como nuestra propia familia.
Quiero terminar esta reflexión con las palabras de Papa Francisco: “Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. No digamos la suegra perfecta …Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón.”
¡Que el ejemplo de la Sagrada familia de Jesús, María y José inspire a nuestras propias familias!