15.12.2024 – Villanueva del Arzobispo – Iznatoraf (Jaén)

¿Qué debemos hacer, pues? La caridad y la justicia como fuentes de la alegría cristiana

Sofonías 3,14-18, Isaías 12,2-6 (Salmo), Filipenses 4,4-7, Lucas 3,10-18

Como ya sabemos, cada tercer domingo de Adviento se llama tradicionalmente como el Domingo de Gaudete (es decir, el Domingo de la Alegría). Vemos esta euforia de alegría reflejada en la vestidura de color rosa que lleva hoy el sacerdote y en el tono de las lecturas.

«¡Alégrate y regocíjate de todo tu ser, hija Jerusalén!», anuncia el profeta Sofonías en la primera lectura de hoy. Jerusalén y todo el pueblo de Dios deben alegrarse porque la salvación está cerca y Dios mismo protegerá a su pueblo. El apóstol Pablo, escribiendo a los filipenses en la segunda lectura de hoy, les exhorta a mantener un estado de ánimo alegre: «Alegraos siempre en el Señor. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca». El salmo de hoy, de la profecía de Isaías, es un cántico alegre: «Habitantes de Sión, cantad y gritad de alegría porque grande es en medio de vosotros el Santo de Israel». La Iglesia está alegre porque el Adviento da paso poco a poco a las fiestas de Navidad, la celebración del Nacimiento de Cristo, nuestro Salvador.

La alegría es una actitud interior de la mente. Es un estado del ser: un producto del contento, la satisfacción y la plenitud interiores. Como cristianos, ¿cuál debería ser la fuente de nuestra alegría? La alegría cristiana, es la alegría en la presencia de nuestro Señor Jesucristo, a quien más amamos, cuyo amor nos hace amar mejor a los demás. Alegrarse siempre en el Señor, tener una alegría cristiana ininterrumpida, significa que permanecemos conectados con nuestro Señor a través de la oración, disfrutamos de su presencia en la Palabra de Dios, en la Eucaristía, en el Sacramento de la Reconciliación y otros Sacramentos, disfrutamos de la presencia de nuestro Señor en la vida de los demás que nos rodean, notamos su presencia en todos nuestros prójimos y reaccionamos en consecuencia, en caridad. El pecado interrumpe la alegría cristiana. Los pecados contra nuestros hermanos y hermanas, los pecados contra la justicia y la caridad nos quitan esta alegría cristiana.

El evangelista Lucas destaca en el evangelio de hoy el mensaje clave de Juan el Bautista, el que vino a preparar el camino al Mesías, dándonos formas prácticas de crecer en la alegría cristiana. El Bautista es muy claro. No podemos experimentar la alegría de Cristo, el Mesías esperado, si seguimos viviendo en nuestros pecados. La clave de la alegría cristiana es el arrepentimiento, la justicia y la caridad. Lucas narra que personas de toda condición y clase social se acercaban a Juan el Bautista y le preguntaban: ¿qué haremos entonces? Es decir, nos sentimos tan conmovidos por tu predicación del arrepentimiento, ¿Qué debemos hacer? A ellos y a nosotros les dice el Bautista: el que tenga dos ropas que comparta con el que no tenga ninguna; y el que tenga comida que haga lo mismo; dejad de extorsionar, no acuséis falsamente a nadie y saciaos con vuestro salario.

Hermanos y hermanas en el Señor, no podemos atravesar el tiempo de Adviento y llegar a la Navidad sin detenernos a plantearnos algunas preguntas cruciales sobre nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos. No podemos experimentar una verdadera alegría cristiana si descuidamos las exigencias de la justicia y la caridad en nuestra relación con los demás. Las palabras clave hoy son arrepentimiento, justicia y caridad. Éstas nos garantizarán la alegría cristiana a medida que nos acercamos a las fiestas de Navidad. No podemos estar siempre alegres en el Señor sin un compromiso verdadero y decidido con el arrepentimiento, la justicia, la caridad y el crecimiento diario en la santidad.