Primer Triduo Stmo. Cristo Vera Cruz y Ntra. Sra. Rosario de Villacarrillo (Jaén)

La Santa Cruz y Santa María: ejemplos de humildad

1Corintios 7,25-31, Salmo 45, Lucas 6,20-26

Con gran alegría celebramos un año más un Triduo en honor de Patronos de nuestro pueblo – Stmo. Cristo de la Vera Cruz y Ntra. Sra. de la Rosario. Y me alegra tener este privilegio de celebrarlo una vez más con vosotros en este hermoso edificio. Me alegro estar de nuevo en este pueblo de Villacarrillo, un pueblo con un rico patrimonio cultural y religioso especialmente con una firme y piadosa devoción al Stmo. Cristo de la Vera Cruz y Ntra. Sra. Virgen de la Rosario. Me alegro estar aquí para celebrar la Eucaristía con un pueblo tan devoto a la Eucaristía especialmente a través de su celebración emblemática del Corpus Christi y la devoción Sección Adoración Nocturna.

En efecto, la piadosa devoción al Stmo. Cristo de la Vera Cruz y Ntra. Sra. de la Rosario aquí en Villacarrillo es muy fuerte y fácilmente se convierte en una catequesis y evangelización para la futura generación. En estas dos imágenes se enseña a hombres y mujeres a mirar a la Cruz de Cristo, a emular la entrega, el ofrecimiento, el abandono y la confianza filial de Cristo en Dios Padre. También se enseña a los hombres y mujeres a emular la virtud de Nuestra Señora del Rosario, especialmente en su humildad, su vida de oración y contemplación y su total confianza en Dios, siempre dispuesta y disponible para hacer la voluntad de Dios. En efecto, todas las piadosas devociones de todas las cofradías (de pasión y gloria) de este pueblo –(Villacarrillo también es conocida como ciudad cofrade) deben llevar a valorar la Cruz de Cristo y la virtud de la Santísima Virgen María.

Siempre que contemplamos la Cruz de Cristo y de la Santísima Virgen María, contemplamos el estado humano de pobreza, humildad y vulnerabilidad. La pobreza (material y espiritual) nos pone en un estado de vulnerabilidad. San Pablo describe perfectamente la pobreza (abnegación y humildad) de Jesús en lo que hoy se califica como uno de los mejores himnos cristológicos del Nuevo Testamento, en su carta a los Filipenses: “Jesús, siendo de condición divina, no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz…” (Flp 2,6-8).

Según el relato de Lucas sobre la Anunciación, cuando el arcángel Gabriel fue enviado a anunciar a María que estaba destinada a ser la madre del Salvador del mundo, ella exclamó: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” y cuando visitó a su parienta Isabel cantó una alabanza a Dios en el Magníficat así “proclama mi alma las grandezas del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.” (Lc 47-48).

Contemplar la Cruz de Cristo y de la Santísima Virgen María es contemplar la vulnerabilidad de los pobres, los indefensos y los que no tienen voz en nuestra sociedad. Nos invita a no ponernos del lado de los poderosos para oprimir a los débiles y a los que no tienen voz. Nos invita a hacer de la humildad nuestro estilo de vida evitando toda forma de arrogancia y autosuficiencia reconociendo que todos somos hijos del único Padre y a él nuestra lealtad y dependencia. 

Me estaba imaginando, si Jesús hubiera sido uno de esos políticos poderosos, o amigo del César o de los poderes de la época, ¿crees que le hubieran hecho pasar por la agonizante y humillante muerte en la cruz? ¿Cuántas veces no hemos visto hasta nuestros días cómo los hombres poderosos de nuestra sociedad; ¿los ricos, los políticos se salen con la suya hasta del más grave de los crímenes? ¿Cuál fue el crimen de Jesús? Era simplemente un humilde pobre que iba por ahí haciendo el bien, indefenso, hijo de un carpintero, sin nadie que hablara en su favor. Y si María era una mujer adinerada de una familia muy poderosa, ¿quién se atrevería a replicar a su hijo, a hablar de más losa, a torturarlo y a planear su muerte? Todo esto ilustra que cuando contemplamos a María, cuando contemplamos la Cruz de Cristo no olvidemos los sublimes mensajes: la humildad y nuestra pequeñez.

Hoy leemos la versión lucana de las bienaventuranzas. Según San Ambrosio de Milán, la versión lucana de las bienaventuranzas englobaba las ocho bienaventuranzas en las cuatro virtudes cardinales: templanza, justicia, prudencia y fortaleza. Así, el pobre de espíritu no es avaro. El que llora no es orgulloso, sino sumiso y tranquilo. El que llora es humilde. El que es justo no niega lo que sabe que se da conjuntamente a todos por nosotros. El misericordioso regala sus bienes. El que reparte sus bienes no busca los de otro, ni urde una trampa para su prójimo. Estas virtudes están entrelazadas e interrelacionadas. Así, a la templanza corresponde la pureza de corazón y de espíritu, a la justicia la compasión, a la paciencia la paz y a la paciencia la mansedumbre. Y en la primera lectura de hoy, el apóstol Pablo deja claro que uno no es mejor por estar casado, o soltero, o célibe; cada uno tiene una función y una dedicación según su vocación y estado de vida, pero todos deben trabajar por el Reino de Dios. Por eso, tanto si eres soltero, casado, célibe, etc., no te olvides de tus prójimos más necesitados: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos a causa de su fe.

Al celebrar este primer día del triduo, pedimos a nuestros patronos que nos ayuden a comprender el verdadero mensaje y significado de la Cruz: la humildad y la abnegación, y que nos den el valor de responder a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, para que podamos empezar, incluso aquí en la tierra, a disfrutar de la vida de las bienaventuranzas. Amén.