11.08.2024 – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

El pan para el camino
1Reyes 19,4-8, Salmo 34, Efesios 4,30-5,2, Juan 6,41-51
¿Te has sentido alguna vez desanimado, decepcionado, cansado, deprimido y a punto de rendirte? ¿Has estado alguna vez en una situación en la que parece que todos tus esfuerzos no están dando los resultados esperados? Entonces, Dios tiene hoy un mensaje para ti. Hoy leemos sobre el profeta Elías, quizá uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento. El mismo Elías que realizó varios milagros, el Profeta que cerró el cielo durante tres años y medio y después hizo caer la lluvia, está ahora aterrorizado, desanimado y deprimido. Aunque había derrotado a los profetas de los dioses paganos – Baal, su victoria duró poco. La reina Jezabel, que era seguidora de Baal, había amenazado seriamente la vida de Elías, por lo que éste huyó.
Había perdido toda esperanza de sobrevivir y Dios parecía haberle abandonado. Lo encontramos vagando por el desierto, cansado, hambriento y rogando por la muerte. A veces, lo que parece un abandono no es siempre el caso. Elías se sentía abandonado, pero no era así. Dios tenía otros planes para Elías, que había permanecido fiel cuando todos los demás se habían apartado. En lugar de dejarle morir, Dios envía a un ángel para que cuide de él. El ángel le dice a Elías que se levante y coma. Dos veces Elías es alimentado antes de continuar su largo viaje a la montaña de Dios, Horeb, donde tendrá un encuentro íntimo con Dios.
La historia de Elías debería ser un estímulo para todos los que están en el mismo barco que Elías. A veces escuchamos a la gente decir: “Tengo miedo y estoy cansado de esta vida;” “Estoy solo en mi propio mundo y lucho, sin nadie con quien hablar”; “No creo que Dios siga escuchando mi oración”, incluso “Tengo ganas de morir porque es demasiado para mí.” En los últimos años, incluso hemos sido testigos y hemos leído sobre personas que se quitaron la vida porque no podían más hacer frente de nuevo a las decepciones de la vida. Esos momentos de la vida que provocan y obligan a la gente a hacer esas confesiones o a quitarse la vida son realmente duros. Estamos casi en nuestro punto de ruptura o cero. Como Elías, algunos de nosotros estamos huyendo de diferentes incertidumbres de la vida. Sin embargo, como Elías, cuando pensamos que se ha perdido toda esperanza, Dios interviene para alimentarnos y fortalecernos.
Dos veces se le ordenó a Elías que se levantara y comiera. Elías obedeció al ángel de Dios. Se levantó y comió. La obediencia y la fidelidad a la palabra de Dios no deben comprometerse nunca. Este es el corazón de nuestra vida espiritual. Como Elías, debemos trabajar con todas nuestras fuerza o energías para obedecer al Señor. San Pablo nos recuerda que alejemos de nosotros toda amargura, ira, enojo, pleito, calumnia y malicia. Y que debemos esforzarnos por ser amables unos con otros, tiernos de corazón, perdonándonos unos a otros, como Dios nos ha perdonado.
Dios nos alimenta cada día con su palabra y con la eucaristía para que no nos dejemos vencer por nuestras decepciones. Nos anima a acercarnos a Él a través de la escucha atenta a su palabra, la oración y los sacramentos. Cuando tenemos una relación y una conexión más profundas con Dios, ya no tememos las tormentas, los terremotos o las Jezabel. Porque confiamos en que Dios nunca falla ni duerme. Él es nuestro pan de vida; nuestro pan para el camino.