04.08.2024 – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

Entre la queja y la gratitud

Éxodo 16,2-4.12-15, Salmo 78, Efesios 4,17.20-24

Vivimos en una sociedad en la que mucha gente tiende a quejarse más de lo que agradece. La lectura de hoy nos recuerda que debemos quejar menos y ser más agradecidos y apreciar más la benevolencia de Dios.

La primera lectura de hoy relata que toda la comunidad israelita se quejaba contra Moisés y Aarón. Por desgracia, ellos han formado ya la actitud de quejarse. Por ejemplo, menos de 48 horas después de que Dios los sacara de Egipto, se quejaron antes de llegar al Mar Rojo (Ex 14:11ss); 3 días después del milagroso cruce del Mar Rojo, se quejaron por falta de agua (Ex 15:22ss); luego por la comida, como hemos leído hoy (Ex 16:2ss). Después de que Dios les diera maná, se quejaron de que querían carne; obtuvieron tanto maná como carne, como hemos escuchado. Pero las quejas continuaron. Lo peor de todo es que, cuando se acercaron a la Tierra Prometida, optaron por creer informes negativos exagerados sobre los habitantes de la tierra. Su reacción es una de las frases más tristes de las Escrituras: “Entonces se dijeron unos a otros: Designemos un jefe y volvamos a Egipto.” (Núm 14:4). Esa queja y esa vacilación les costarían 40 años más de vagar por el desierto. Así somos tú y yo, intentando volver a nuestros hábitos pecaminosos, olvidando a Dios en nuestras vidas. Eso es lo que la queja crónica hace, no sólo a nuestros cerebros, sino a nuestros destinos. ¿Y ahora qué? En lugar de la queja crónica y el desahogo, que no resuelven ningún problema, existe lo que podríamos llamar la queja instrumental, que resuelve problemas. Cuando te enfrentas con educación y respeto a tu pareja por haber gastado más de la tarjeta de crédito o levantas la voz contra la injusticia en la comunidad o en el país, eso podría ser una queja instrumental.

Sin embargo, en el Evangelio de hoy (Jn 6:24-35), vemos a nuestro Señor utilizar la queja instrumental para ofrecer soluciones a las carencias humanas. La gente a la que alimentó con cinco panes y dos peces multiplicados, fue tras Él para conseguir más comida gratis. Nuestro Señor les indicó que debían trabajar para conseguir el alimento que conduce a la vida eterna. Siguió un diálogo que recordaba la primera lectura de hoy, y que terminó con la enseñanza salvífica de Nuestro Señor: “Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, no tendrá sed jamás.”

El Apóstol Pablo nos recuerda que esta mala actitud de la quejar crónica puede llevarnos a llevar una vida de insensibilidad, libertinaje y avaricia, alejándonos así de la vida de Dios.

Queridos hermanos, creer en Cristo, creer en la Divina Providencia, puede cambiar nuestra queja crónica en gratitud. Una actitud de gratitud cambia nuestra perspectiva. Como escribió un autor: “Algunos se quejan porque las rosas tienen espinas; yo agradezco que las espinas tengan rosas.” Una actitud agradecida mejora la resolución de problemas. Porque, cuando estamos en dificultades, pediremos ayuda a Dios, recordando la bondad previa de Dios con nosotros, algo que llamamos oración, no quejarnos. Incluso pediremos ayuda unos a otros, también con mucha educación, y nuestros cerebros se reconectarán para la acción positiva, para la gratitud, que conduce a la felicidad. Convirtamos nuestra queja en gratitud, oración y acción positiva para hacer del mundo un lugar mejor para la felicidad de todos.