28.07.2024 – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

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Dáselos a la gente, que coman

2Reyes 4,42-44, Salmo 145, Efesios 4,1-6, Juan 6,1-15

El problema de la alimentación ha sido una de las cuestiones más urgentes para la mayor parte de la humanidad a lo largo de la historia. El Evangelio de hoy nos habla de Jesús alimentando a cinco mil hombres con sus familias con cinco panes y dos peces, donados por un niño.

Hay un claro vínculo en la narración evangélica con la Pascua judía, el acontecimiento del éxodo: una gran multitud siguió a Jesús porque vieron los signos que realizaba, como ocurrió con Moisés. Moisés condujo a la multitud al desierto y allí fueron alimentados con maná. En el Evangelio, Jesús proporciona pan a la multitud en el lugar desierto.

El milagro de Jesús no consiste sólo en darles de comer. Lo más importante es que consigue que esa multitud se convierta en una familia que, sentada junta, comparte una comida. Los convierte en una hermandad. De hecho, ¡es el muchacho que comparte su pan, el que hace el milagro! Al compartir el pan, empezamos a preocuparnos por el bienestar de nuestros hermanos y hermanas. Jesús nos invita a dar esperanza a los que están desesperados, a acoger en nuestras familias a los que están solos y a dar de comer a los que tienen hambre.

San Pablo nos recuerda que somos un pueblo de una sola esperanza, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos – vivir una vida digna de nuestra vocación cristiana como hermanos y hermanas implica no ser ciegos o indiferentes ante los sufrimientos de los muchos hermanos que tienen hambre.

El profeta Eliseo, en la primera lectura de hoy, dice al hombre que le trajo veinte panes de cebada: «Dáselo a la gente y que coman». En el Evangelio Jesús está tan preocupado por la gente hambrienta que estaba con él le dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar pan para que esta gente coma?» Mahatma Ghandi dijo: “Al pobre, Dios no se le aparece sino en forma de pan y en promesa de trabajo.” ¿Qué esfuerzos estamos haciendo para alimentar a los pobres y hambrientos que hay entre nosotros?

Los cuatro evangelistas vieron una conexión entre lo que ocurrió en el desierto aquel día y lo que ocurrió en la Última Cena y en cada Eucaristía. Del mismo modo que Jesús transformó los sencillos dones del niño de cinco panes de cebada y dos peces en un festín para miles de personas, así transforma nuestros sencillos dones de pan y vino en un festín espiritual para todos, el pan de vida y el cáliz de salvación. El Señor actúa en la Eucaristía como actúa en el resto de nuestra vida. Toma lo poco que le ofrecemos y por medio de ello, según San Pablo, es “capaz de realizar en abundancia mucho más de lo que podemos pedir o imaginar.”

Sigamos buscando formas eficaces y proactivas como individuos y como comunidad para dar alimento y esperanza a los hambrientos y pobres entre nosotros… Si podemos ser como aquel niño del Evangelio que estaba dispuesto a compartir sus cinco panes; el Señor puede multiplicar nuestros pequeños esfuerzos para que nadie en nuestro barrio, pueblo, país y en nuestro mundo pase hambre o se quede sin comer. Cada vez que recibimos la eucaristía, el pan del cielo, prometemos hacernos pan para los demás… El Señor que nos alimenta con buenos dones quiere que tendamos las manos a los demás… ¿Cuándo fue la última vez que diste algo a Cáritas para que puedan acercarse a los hambrientos y a los pobres?