28.04.2024 – Iznatoraf – Villanueva del Arzobispo (Jaén)

Permaneced en mi
Hechos 9:26-31, Salmo 22, 1 Juan 3:18-24, Juan 15:1-8
El domingo pasado, Jesús se declaró como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. “Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí y les doy la vida eterna” dice Jesús (Juan 10). Ayer, Jesús declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Hoy, en el capítulo 15 del Evangelio de san Juan, Jesús habla de sí mismo como la verdadera vid. Dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador (labrador); yo soy la vid, vosotros los sarmientos; separados de mí (sin mi) no podéis hacer nada”. La imagen de la vid era muy rica para la gente de aquella época, porque al igual que tenemos tantos olivos aquí, la tierra de Israel estaba cubierta de numerosos viñedos.
La teología del Evangelio de San Juan 15 tiene muchas riquezas. Pero hay una frase importante que me gustaría llamar nuestra atención una vez más: “sin mi no podéis hacer nada.” Ya estamos muy familiar con las imágenes del árbol y sus ramas. Las ramas dependen totalmente del árbol para vivir. En este siglo XXI, también se puede utilizar la imagen del enchufe que proporciona energía eléctrica a todo lo que se introduce en él, este enchufe es portador de energía y vida eléctrica, cualquier aparato que busque vida debe introducirse en este enchufe para obtener vida y recargarse. Sin la conexión al enchufe eléctrico cualquier otro aparato no puede hacer nada. Jesús es como el enchufe y nosotros somos como estos diferentes aparatos. Tenemos que ser conectados a este enchufe para obtener energía y ser recargados. Aparte de mí (que soy el enchufe, la vid), vosotros (los aparatos, las ramas) no podéis hacer nada.
Los sacramentos de la Iglesia, como la Eucaristía – la Misa que celebramos ahora, las devociones piadosas, otras oraciones de la Iglesia, son las diversas formas en las que nos introducimos en este enchufe que nos da vida, Jesús, la vid verdadera. Cuando abandonamos la vida sacramental, la vida devota (piadosa, devoción) y la vida de oración, nos volvemos como un aparato que se ha quedado sin energía y necesita ser recargado. Porque separados de Él no podemos hacer nada, es voluntad de Jesús que permanezcamos continuamente “conectados, vinculados, arrancados” a Él, para que podamos dar fruto y tener vida eterna.
Pidamos hoy para que esta celebración eucarística revigorice y reavive en nosotros la vida sacramental, la vida piadosa (devota) y la vida de oración que nunca se apagará ni se extinguirá. Para que, siempre unidos y arrancados a Jesús, la Verdadera vid, demos frutos que lleguen a la vida eterna. Amén.