31.12.2023 – Villanueva del Arzobispo – Iznatoraf

La familia humana es sostenida por el amor
Sirach 3: 2-6, 12-14, Salmo 127: 1-5, Colosenses 3: 12-21, Lucas 2:22, 39-40
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia: Familia de José, María y Jesús. Se han dicho y escrito muchas cosas sobre la familia en nuestro tiempo más que en cualquier otra época de la historia. En 2015 hubo un sínodo sobre la familia (4-25 de octubre) y en 2016 el papa escribió una Exhortación apostólica Amoris Laetitia – sobre el amor en la familia. Sí, se dicen tantas cosas sobre la familia más que antes, en parte porque nos enfrentamos a rápidos cambios sociales. Y ante algunos de estos cambios, la familia como institución siempre se ve seriamente amenazada.
Hoy la Iglesia nos presenta una familia probada: la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Aunque se llama la Sagrada Familia, no significa que nunca tuvieron problemas para enfrentar, como todas las familias. Se puede mencionar algunos ejemplos, podemos imaginar cuán mal entendidos debieron haber sido María y José acerca de la concepción de Jesús antes de que vinieran a vivir juntos. José incluso planeaba divorciarse de María en privado. Nueve meses después, el lugar de nacimiento de Jesús era un refugio (pesebre) de animales, ya que no se podían encontrar mejores alojamientos. Luego, la familia tuvo que huir como refugiados a Egipto porque la vida del niño Jesús estaba en peligro por el rey Herodes, de la misma manera que los refugiados de países devastados por la guerra tienen que huir para salvar sus vidas. En el Templo en la presentación, el viejo Simeón había predicho que una espada de tristeza traspasara el alma de María. Podemos imaginar el dolor de María escuchando llamar a Jesús glotón y borracho, amigo de pecadores, y al final viendo morir a su hijo en desgracia pública, en la cruz.
¿Qué sostuvo a la Familia de Nazaret unida a través de todas estas pruebas y cruces diaria? Las lecturas nos invitan a reflexionar sobre aquellas virtudes que ayudan a construir una familia. San Pablo por ejemplo nos dirige estas palabras: “Como los elegidos de Dios, santos y amados, vístete de compasión, amabilidad, humildad, mansedumbre y paciencia. Tener paciencia y, si alguien tiene una queja contra otra, perdonarse mutuamente; así como el Señor te ha perdonado, tú también debes perdonar”. Es decir, las virtudes importantes para mantener una familia unid son compasión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, perdón y sobre todo AMOR.
La primera lectura de hoy nos recuerda algunos de nuestros deberes y obligaciones como hijos de nuestros padres. Esta lectura del libro de eclesiástico merece una segunda y tercera lectura de cada uno de nosotros. Se trata del amor y la comprensión mutuos que deben existir entre el padre, la madre y el hijo/hija. “El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. Y añade “el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.” Esto parece fácil cuando el hijo es pequeño y los padres son fuertes. Pero ¿qué sucede cuando los padres (padre, madre) envejecen, o se enferman? La pandemia nos había enseñado que debemos prestar una atención adecuada a nuestros padres mayores y enfermos. Ellos merecen nuestro amor y comprensión mientras vivan. Desafortunadamente, vivimos en una sociedad capitalista que se apresura a descartar lo débil, lo pobre y lo enfermo. Como familias cristianas, les debemos a nuestros padres amor, cuidado y comprensión sin fin. Debemos a cuidar mucho a nuestras personas mayores. Ellos son tesoros de la Iglesia y la sociedad.
Lo que mantiene unidas a las familias en tiempos difíciles es el amor y la confianza. Siempre que las familias son felices, es donde el amor y el respeto son valorados entre ellos. Pedimos por un derramamiento de esas cualidades en nuestras familias hoy. Ninguna familia es perfecta. Nadie elige a su familia. Es un hecho. Amamos y apreciamos la nuestra. Hay que tener tiempo para nuestras familias. Escuchar y perdonar. No olvidemos que, además de pertenecer a nuestras familias particulares, todos pertenecemos a la gran familia de Dios, la Iglesia y la familia más grande de todas, la humanidad. Pedimos la gracias de Dios de amar, abrazar y aceptar a todos los miembros de la Iglesia y a la humanidad como nuestra propia familia.
¡Que el ejemplo de la Sagrada familia de Jesús, María y José inspire a nuestras propias familias!
