17.12.2023 – Villanueva del Arzobispo – Iznatoraf (Jaén)

La alegría de dar testimonio de la Luz
Isaías 61,1-2.10-11, Salmo: Lucas 1: 46-50, 53-54, 1Tes 5: 16-24, Juan 1: 6-8, 19-28
Por tradición cada Tercer Domingo de Adviento se llama el Domingo Gaudete de la palabra latina Gaudete – “Alégrate”. El espíritu del Adviento es de expectación y preparación para la fiesta de Navidad, sin embargo, los ejercicios penitenciales adecuados a ese espíritu se suspenden en el Domingo de Gaudete durante un tiempo, para simbolizar esa alegría y gozo en la Redención prometida. Es decir, mientras que el tema del Adviento se centra en la venida de Jesús de tres maneras: su primera venida (Navidad), su venida presente y su venida final (parusía), las lecturas del domingo de Gaudete tratan de la alegría en el Señor – la alegría cristiana -, así como de la misión de Juan el Bautista y su conexión con el Adviento.
Este tema de la alegría impregna todas las lecturas de hoy. Leemos, por ejemplo: “Me alegraré en gran manera en el Señor, todo mi ser se regocijará en mi Dios” (Isaías); “Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador” (Salmo); “Alegraos siempre, orad sin cesar, dad gracias en toda circunstancia” (1Tes). En el evangelio de San Juan la alegría se sustituye por la luz y el testimonio. Así, vemos que todas las lecturas de hoy rebosan alegría y esperanza. Israel resplandece como una novia alegre que acude a su esposo engalanada para una boda fastuosa y oriental. Las palabras de Pablo a los Tesalonicenses continúan el tema de la esperanza y la alegría en una comunidad que vive de la vida de Cristo. Y el evangelista Juan, en el evangelio, describe la obra de Juan el Bautista, que vino a dar testimonio de la luz de Dios en esta tierra.
Sin embargo, no se trata de una alegría sin responsabilidad. Es una alegría que se encuentra cuando las personas encuentran y llevan a cabo su verdadera misión en la vida. El profeta Isaías describe el ministerio del Mesías como un ungido y enviado para llevar la buena noticia a los oprimidos, vendar a los quebrantados de corazón, consolar a todos los que lloran y dar libertad a los cautivos. Jesús, como leemos en Lucas 4:16-21, confirmó que estas palabras describían el propósito de su propia vida.
Hoy celebramos la alegría espiritual que caracteriza la fe cristiana: que esperamos la venida del Señor y nuestra entrada en una vida de comunión eterna con Dios. Sin embargo, esa alegría está incompleta si no manifestamos nuestra voluntad de participar en el ministerio del Mesías, es decir, nuestra voluntad de llevar nuestra parte de la carga de trabajo cristiano, de poner nuestro granito de arena, en nuestro tiempo, para realizar los objetivos de Jesús en nuestro mundo. Quienes tienen el privilegio de compartir la vida espiritual de Jesús deben compartir también sus preocupaciones y deseos. A esto lo llamamos dar testimonio.
Se nos invita a ser testigos, partícipes del ministerio mesiánico de llevar la buena noticia a los oprimidos, vendar los corazones rotos, consolar a todos los que lloran y liberar a los cautivos. Mientras nos preparamos para la Navidad, no olvidemos a los marginados de la sociedad: los pobres, los necesitados, los que están en soledad, los oprimidos y los deprimidos. Mientras compramos para comer, cenar y beber con nuestras familiares y amigos, por ejemplo, acuérdate de dedicar parte de tus recursos y tiempo a llevar alegría a los pobres, especialmente a los que están fuera de vuestros círculos. Mientras compras regalos de Navidad para tu marido, tu mujer, tus hijos y tus familiares, no olvides a los huérfanos, las viudas, los que están en las calles. La alegría del Evangelio se hace práctica cuando somos capaces de compartir nuestras riquezas materiales y espirituales con nuestros prójimos siempre, pero sobre todo en este tiempo navideño.
La Navidad está ya a la vuelta de la esquina. El Adviento está llegando a su fin. ¿Has hecho ya tu retiro de Adviento? ¿Te has confesado ya este Adviento? ¿Has hecho ya tu Caridad de Adviento? Si no lo has hecho, date prisa porque sólo queda esta semana. Nunca celebres la Navidad este año sin pasar por los preparativos de Adviento santificándote para que como decía San Pablo “tu espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1Tes 5,23).
Estad siempre alegres. Orad sin cesar. Dad gracias en toda circunstancia…